viernes, 23 de septiembre de 2016

Plasson y Daniela, la música en plenitud

Es un placer recibir en Sevilla a Michel Plasson, historia viva de la música francesa y colaborador habitual de la orquesta sevillana. Era el comienzo de la temporada, por ello quizás se resintió la asistencia, aunque nunca se sabe si no es que han desertado muchos abonados. Será preciso esperar cuando lleguen los platos fuertes de la temporada con las sinfonías de Beethoven para valorar si la afición a la música eterna mantiene adeptos o hay abandono de localidades.

La orquesta exhibió los lazos verdes que ya lucieron en los últimos conciertos de la temporada pasada. Son la señal de su malestar con los recortes y el olvido de las administraciones, sobre todo de la Junta de Andalucía, que es capaz de acabar con todo atisbo de cultura en la comunidad mientras al mismo tiempo presume de lo contrario. Hubo lazos verdes pero la orquesta sigue ahí con su misma calidad. La profesionalidad, y la categoría, de los músicos mantienen viva la llama del clasicismo musical en Sevilla.

Plasson es un prodigio de personalidad. El concierto contenía tres piezas de autores franceses y un concierto de arpa del ruso Glière. Con las obras de sus paisanos Plasson disfrutó a tope. Menos contundente en la de Saint-Saëns, prodigioso en Berliotz, sobre todo en el minueto de los fuegos fatuos, para acabar pletórico en la obra de Roussel, luminosa y cromática, en la que toda la orquesta brilló a tope. Nota especial para el oboe de González Monteagudo, el clarinete de Piotr Szymyslik y el arpa de Daniela Iolkicheva, que a esas alturas había vuelto a su lugar de solista después de interpretar el concierto de Glière. Plasson, visiblemente emocionado, tal vez como presintiendo su despedida del Maestranza, dirigió en forma de bis final un suavísimo y precioso momento de la Arlesiana de Bizet, que realmente fue un homenaje a las cuerdas de la orquesta, las que posiblemente más críticas reciben pero que rayaron a una altura sideral.

Daniela Iolkicheva es tan maestra con el arpa que casi nos hizo que pareciera aceptable un concierto plano como el de Glière. Su figura leve con sus manos delicadas sacó un sonido sensual de su arpa. La orquesta se limitó a seguir a su compañera que ofreció un bis delicado como prueba de su dominio del instrumento.

La temporada ha comenzado. Hubo menos gente de la esperada en la sesión de jueves – esperemos mejor asistencia en la del viernes -, pasó Plasson y dejó en el ambiente cierta nostalgia que sería bueno que se rompiera en otra temporada con su figura en el atril, la orquesta mantiene su nivel y sus carencias, pero ahí están sus maestros, ayer Daniela Iolkicheva, para dejar claro que lo mejor del conjunto son sus músicos.


Teatro de la Maestranza. Primer programa de abono. Jueves 22 de septiembre. Solista: Daniela Iolkicheva, arpa. ROSS. Director: Michel Plasson. Programa: Bacanal de 'Sansón y Dalila' de Camille Saint-Saëns; Concierto para arpa y orquesta en mi bemol mayor Op.74 de Reinhold Glière; Tres piezas orquestales de 'La condenación de Fausto' de Hector Berlioz; Suite nº2 de 'Baco y Ariadna' Op.43 de Albert Roussel. Aforo: Dos tercios de entrada.

viernes, 25 de marzo de 2016

Música de capilla en la plaza de Pilatos

Cuando los Negritos avanzan desde San Esteban, antes de entrar en Águilas, la cofradía pasa por la hermosa plaza de Pilatos. Los nazarenos de blanco con escapulario azul marchan ordenados. Desde la plaza se puede contemplar el crucificado de Ocampo, tan solemne y mayestático, que avanza con música de capilla delante del paso. La música de capilla se escucha siempre en estas cofradías de silencio y luto. No hay estridencias que logren romper el silencio en la plaza. Se escucha muy bien pero se intuye que casi nadie le presta atención. La cultura cofrade quiere tambores, cornetas y bandas. A muchos sevillanos no les gusta la música de capilla. Y sin embargo, mira qué es solemne y hermosa este tipo de música.

La plaza de Pilatos se mantenía en un moderado silencio. No es fácil que a las cuatro de la tarde se puedan acallar los niños, incluso uno de ellos aporrea un tambor de vez en cuando. No pasa nada. Al final, solo se oye la composición escogida para el momento. No soy experto, pero me imagino que sería una de las muchas que tiene dedicadas el Cristo de la Fundación, obra de Ana López Oñate o del maestro Albero, autores de hermosas piezas de capilla para esta cofradía.

Tocan tres músicos de negro riguroso. Todos los músicos de capilla tienen el mismo aspecto con atuendo de luto. En este caso me llama la atención que uno de ellos toca un saxofón; sus compañeros son los clásicos oboe y clarinete. Falta el fagot. El saxofón suena bien y le da un aire más misterioso a la música. El sol es fuerte, hasta los niños han callado, las mantillas pasan de un lado a otros, camina el señor en la cruz de Los Negritos rodeado por sus cuatro faroles y la música de capilla llena de solemnidad este comienzo de la jornada del Amor Fraterno.

En la puerta de San Esteban espero a la Virgen de los Ángeles, un palio distinto a todos. Hay que decir ya que en Sevilla no hay dos palios iguales. Puede haberlos parecidos, pero siempre hay diferencias. Los toques orientales de este palio, en su día casi revolucionario y hoy casi clásico, se engrandecen con un exorno floral de nuevo muy original en su color blanco. El manto aporta otro golpe de ingenio. La banda de Las Nieves de Olivares suena de maravilla. Es una cofradía señera pasando por el centro de Sevilla a primeras horas de la tarde del Jueves Santo.

A esas horas hay que caminar para ver la gloria mariana del Jueves, esa que no me canso de cantar todos los años, que es la belleza misma hecha Virgen, que llora y ríe al tiempo, enmarcada en un palio de cajón que es el tiempo detenido y que es obra, naturalmente, de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, el mismo que diseñó la saya más hermosa que se haya contemplado. Todo sigue ahí como el primer día cuando ha cumplido más de cien años. Pero por encima de todo, la Victoria, para quien un día aquí mismo pedí una corona y ya parece que viene en camino. Victoria Coronada, me adelanto, como debe ser porque no hay otra en Sevilla que sepa llorar y consolar tanto.

Pasa el palio por delante de la Caridad, en la Iglesia se celebran los Oficios, a lo lejos repican las campanas de la Giralda anunciando que allí también hay cultos de Jueves Santo, se puede ir de un lado a otro, la tarde es una delicia para poder gozar una vez más de Las Cigarreras. La Hermandad de las Aguas ha salido en señal de saludo, como debe ser, porque la Virgen de los Ángeles pasó por San Esteban con la iglesia cerrada, y el caminante cierra los ojos porque todo se ha repetido como siempre. Eso es nuestra Semana Santa. El mantenimiento de la belleza a través de los tiempos.

Y si hablamos de clasicismo, en la puerta de la Magdalena he esperado para ver la salida de la Quinta Angustia. Todo es igual que hace cincuenta años. Cierro los ojos. Me resuenan los sones de la música de luto de Los Negritos.  

jueves, 24 de marzo de 2016

Una saeta al cielo de Álex Ortiz

El Miércoles Santo es un día especial para quienes amamos el mundo de los toros. Las dos cofradías con mayores connotaciones taurinas hacen estación de penitencia en la jornada. El luminoso día que siguió a los de lluvia y desencanto fue aportando una serie de vivencias inolvidables para el caminante cofrade. Muy pronto hubo que acudir a ver La Sed por  delante de San Juan de Dios, algo que a muchos nos lleva a nuestra primera juventud, cuando la cofradía salía el Viernes de Dolores y la cita con el hospital era punto de confluencia de todos los cofrades sevillanos. Ya es una Hermandad con dos pasos y muchos penitentes que hacen un esfuerzo supremo cada tarde de Miércoles Santo.

Cumplida esta tradición, la tarde se llenó de emociones. En el devenir por la ciudad se encuentran rincones y escenas insospechadas. San Bernardo venía por Santa María la Blanca. El Cristo de la Salud avanzó por Muñoz y Pabón buscando la Alfalfa. Había que ir a buscar a la Virgen del Refugio, a ver de nuevo los jarrones dorados, a saludar a la señora del toreo de la que fueron devotos Cúchares y Manolo Vázquez, Diego Puerta y Pepe Luis. Pero el pensamiento estaba lleno de una ausencia y el dolor era insoportable. Allí faltaba Fernando, a quien la Hermandad le había dedicado su estación de penitencia. Y como pasa en Sevilla siempre, cuando vas buscado una emoción, surgió otra inesperada en forma de saeta desde un balcón allí mismo en Santa María la Blanca, enfrente de la Virgen del Rosario, cuando una voz potente y clara le cantó su oración a la Virgen de San Bernardo. La voz de Álex Ortiz lo llenó todo, la claridad de su verbo, la musicalidad de su entonación, la firmeza de su expresión y el quejío salido del alma conmovieron a los presentes. Ahí lo tenías Fernando, qué homenaje más bonito y sincero. Yo también te dediqué a ti ese momento intimo en el que gocé de tu Virgen cuando el cantaor sevillano rompía el silencio con su cante.

Había otra cita taurina, pero la dejamos para más tarde. Para aliviar la espera había que acudir a un rincón sevillano para ver el transcurrir del Buen Fin. La plaza de San Lorenzo es el marco ideal para sentir el pálpito de una hermandad modélica, la que tiene su Centro de Estimulación Precoz entre sus realidades cotidianas. Viendo pasar al Cristo del Buen Fin con los sones de la Centuria Macarena en un escenario que ni pintado, uno pensaba cuántos momentos se nos escapan a los sevillanos porque no podemos vivirlos todos al mismo tiempo. Si allí, en San Lorenzo, junto al Señor de Sevilla, los sentidos se llenaron de júbilo casi sin esperarlo. Qué pasa en tantos rincones de la ciudad al mismo tiempo, que nos perdemos por aquello de la inexistencia de la ubicuidad. Nuestra Señora de la Palma camina bajo un palio bellísimo con corbatas y angelotes en un conjunto de clasicismo acentuado. A la entrada de San Lorenzo, la banda de La Nieves de Olivares estrenó la marcha Nuestra Señora de la Palma Coronada, obra de Javier Calvo. Ante el Gran Poder pasaron las imágenes de la cofradía franciscana con seriedad y devoción.


Y más toreo. El Baratillo me lo reservo para verlo a la salida de la Catedral. La nómina de nazarenos toreros ha crecido. A Oliva Soto y Diego Silveti se ha unido este año José Antonio Morante de la Puebla. Que la Piedad y la Caridad le protejan y el Cristo de la Misericordia le inspire en estos días que llegan. En las murallas del Alcázar, la banda del Carmen de Salteras volvió a escribir una página gloriosa de la Semana Santa al tomar una Madrugá inmensa al palio de la Caridad. Qué lujo de cuadrilla llevando con esmero a su Virgen mientras la solemne marcha lo paralizaba todo con una emoción de escalofrío. Después de presenciar ese momento casi no quedan ganas de nada más, pero el cuerpo del caminante aguantó para ver a Los Panaderos. El Miércoles Santo torero había recompensado todo lo sucedido hasta entonces. Nos quedaron grabadas para siempre una saeta de Álex Ortiz y una marcha de Abel Moreno. San Bernardo y El Baratillo, ahí es nada. 

El sentido común de Los Estudiantes

De nuevo hay que escribir la crónica de un lamento. El Martes Santo nos dejó otra vez la impresión de que a nuestra Semana Mayor le hace falta una inyección de sentido común. No se puede jugar a la lotería con los pasos y salir a la calle porque el porcentaje de posibilidad de lluvia sea solo del 60%. La jornada fue un verdadero caos y solo una Hermandad puso sobre el tapete ese sentido común al que apelamos. Los Estudiantes decidieron muy pronto que no harían estación de penitencia. No faltó quien se mofara de ellos y lo escuché personalmente. A final, la dura realidad de la tarde les dio la razón y se la quitó a la Hermandad del Cerro, a los Javieres, a San Benito y a San Esteban. La salida de estas Hermandades, y admito que resulta fácil decirlo a toro pasado, fue una insensatez. Ahora que cada palo aguante su vela.

El Cerro salió, se metió el paso de Cristo en la Catedral, el palio de Nuestra Señora de los Dolores se refugió en la Universidad, desde allí se reunió con el misterio, salieron camino de su templo y el agua les obligó a volver a la Catedral. Entiendo que esta Hermandad está muy castigada por las lluvias de años pasados y que es muy grande la ilusión por completar la estación. No entiendo lo que sucedió ayer.

Menos se puede comprender a San Esteban. Salieron cuando había riesgo de lluvia. Y llovió. Vaya si cayó agua cuando el paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje ya había superado a la Iglesia de la Anunciación. Allí se recogió, ciertamente con orden y sin bullas. El paso de la Virgen de los Desamparados se unió pocos minutos después en un trabajo excepcional de la cuadrilla de costaleros.

El despropósito, junto a muy mala suerte, se vivió en La Calzada. Solo la Virgen de la Encarnación se libró del aguacero. Por el contrario, el paso de la Presentación al Pueblo y el Cristo de la Sangre quedaron medio anegados en el retorno precipitado a la Parroquia de San Benito. El capote verde colocado al Señor conformó una imagen triste. Pilatos, que se fastidie, no mereció ni un plástico protector.

Los Javieres también salieron a la calle Feria después de un lío monumental de ‘que no se sale’ y al rato ‘sí que salimos’. Un sistema de comunicación absurdo propio de Radio Macuto que se apoderó de Sevilla cuando alguien dijo que no habría salida, la calle Feria quedó despoblada, para al poco tiempo rectificar y poner la cofradía en la calle para que se empapara de agua.

Dicho queda que desde primera hora la Hermandad de los Estudiantes anunció que no harían su estación de penitencia. Incluso no llegaron a realizar con inmediatez el traslado de los pasos desde el Rectorado a su capilla. Simplemente, sentido común, aunque alguno llegara a ponerlos en ridículo.
La noche se recompuso y La Candelaria salió pasadas las ocho de la tarde y el Dulce nombre ya pasadas las nueve. Santa Cruz se quedó en su templo. Más sentido común en la tarde. San Esteban se marchó a su casa y en la Catedral estaba el Cerro. Como dijo uno del barrio, ‘otro día iremos por ellos’.

Es cierto que el Consejo de Hermandades y Cofradías no tiene ningún poder ejecutivo, pero aquí se necesita que gente con la cabeza serena y con la imparcialidad de no pertenecer a las cofradías en cuestión, sea la que organice la posibilidad de salir con seguridad a la calle. La tarde de este Martes Santo ha sido de nuevo un ejemplo que no debe repetirse muchas veces. Una vez más tuve que presenciar la entrada, a prisa y corriendo, de una cofradía anegada en un templo amigo. Es la imagen más desagradable que puede presenciarse. Y no es difícil evitarla. Basta con emplear el sentido común, que parece que no abunda en algunas Juntas de Gobierno de nuestra Hermandades. A partir de hoy, si se cumple lo previsto, podremos hablar de pasos en la calle en su esplendor. Hasta ahora, la Semana Santa de 2016 es casi una crónica de sucesos. 

martes, 22 de marzo de 2016

Aguas buenas y aguas malas

La tarde estuvo dominada por las Aguas; unas buenas llegadas del Arenal y el Museo; las malas, presentes o imaginadas, venidas del cielo en forma de amenaza de lluvia. Las aguas malas rompieron las ilusiones de los cofrades de los barrios que debían hacer estación de penitencia a la Catedral. En San Pablo, en las últimas horas de la mañana, la decisión tenía todo el sentido del mundo. Más doloroso fue lo que ocurrió en el Tiro de Línea. El hermano Mayor anunció que se iban a la calle y antes dijo “pero no aplaudáis”. Javier Bonilla no las tenía todas consigo. Y tanto. Al poco de salir, unas gotas, una predicción con amenaza cierta, lo que fuera, ya con el Cautivo y la Virgen de las Mercedes fuera de la parroquia, la orden fue tajante: vuelta al templo. Dos barrios que se encontraron desolados, un cielo que alternaba panzas de burra en forma de nubes con azul claro y limpio. Es mucha la distancia del recorrido, son muchos los niños del cortejo y el patrimonio, al que también hay que cuidarlo.

Así estaban las cosas cuando las miradas se dirigieron a otro barrio: El Tardón. Todo estaba preparado. La gente estaba contando los minutos, a nadie le pasaba por la imaginación que se anulaba la estación penitencial, pero debió pesar mucho en la Junta lo ocurrido hace unos años en un día similar, aquel en el que el misterio debió llegar de forma precipitada a la Magdalena y la Virgen de la Salud retornaba a su templo. Fue un mal año. Debieron recordarlo. Las predicciones eran de alguna posibilidad de lluvia a partir de las cinco y media. Y optaron por la prudencia.

Como lo hizo la Redención. Aquí debió pesar, más que nada, ese manto nuevo, el gran estreno de esta Semana Santa, ese terciopelo verde de Lyon bordado y mimado durante cuatro años en los talleres de Santa Bárbara. Es el manto que remata un palio especial y diferente, el de la Virgen del Rocío, que también estrenaba una saya de tisú marfil. El manto no pudo ser admirado en su devenir por las calles y Sevilla se quedó sin la visión de las siete cartelas que lo adornan. La tarde ya se encontraba dominada por las malas aguas.

En la puerta de la parroquia de San Andrés se agolpaba el gentío a las seis de la tarde para ver la salida de Santa Marta. El cielo era más azul todavía. Los predictores del tiempo habían  callado. Sin embargo, la gente que esperaba en la plaza, aunque allí estaba a pie firme, tenía la convicción segura de que Santa Marta no saldría. Y no salió. Alguno se quejó porque no lo entendía. Si todos coincidían en que ya la tarde no tendría aguas malas, que todo lo que vendría serían Aguas buenas.

Así fue. De la capilla del Rosario salió la de las Aguas con su Virgen de Guadalupe. Así se rompió el maléfico del Lunes Santo. El misterio, con la banda de la Tres Caídas, con un paso bellísimo que uno llegó a llevar cuando aún no estaba dorado, lució esplendoroso en Dos de Mayo. Las Atarazanas de la discordia le pusieron telón de fondo, en la chimenea grande dos cigüeñas asistieron al momento y una luna de primavera se asomó para verla pasar. Guadalupe recibió pétalos sin fin mientras El Sacri le cantaba una saeta. Las Aguas buenas aclararon la tarde.


En esa inercia que se produce cuando una Hermandad decide salir, las Aguas abrieron el camino para la salida de las Penas de San Vicente, Vera Cruz sacó los pasos ni recurrir al Lignum Crucis y del Museo salió las Virgen de las Aguas. Así quedó parcialmente reparado el día. Lo que no se puede sofocar es el desconsuelo de tanto chaval de las cofradías que no salieron. Y el de los mayores, que cuentan los años al revés que los nuevos. El paseo triunfal de la Virgen de las Aguas del Museo le puso un bello marco al Lunes Santo, el día que los barrios sufrieron el castigo de unas malas aguas que casi no llegaron.

lunes, 21 de marzo de 2016

Sol de Domingo para La Cena

Las caras serias se tornaron en rostros llenos de alegría cuando la Iglesia de los Terceros abrió sus puertas cerca de las cuatro y media. Casi una hora de retraso que la Hermandad de La Cena vivió con mezcla de inquietud y esperanza. Cuando Joaquín Solís, el Hermano Mayor, anunció que el cabildo de oficiales había decidido hacer estación de penitencia, apenas hubo esas palmas que suenan en otras ocasiones. Ninguno de los presentes tenía dudas sobre la seguridad de la salida procesional en la tarde del Domingo de Ramos. Todo se había aclarado con la salida de La Paz. Desde el interior de la iglesia, cuando se abrieron las puertas del templo la naturaleza fue fiel a la calle. Un baño de sol inundó la calle del mismo nombre. ¿Quién tenía alguna duda sobre la salida? A la calle con ella.

La nave central de la iglesia estaba ocupada por cinco pasos, los tres de La Cena y dos de la Exaltación, que vive allí en realojo mientras Santa Catalina se recompone. La  espera se hace larga, pero merece la pena ver desde dentro el orden y el respeto que impera en la organización de las filas de nazarenos. A pesar de un número muy alto de jóvenes de ambos sexos, de madre con niños de escasos años, hasta de alguno de matilla, todo está en su sitio, nadie altera la formación de las filas de penitentes de los tres pasos que tiene la cofradía. Nadie levanta la voz. Los niños cansados se echan al suelo sin una protesta. La Cena tiene cantera.

En el atrio de la iglesia se ha colocado la Escolanía de María Auxiliadora. Es un grupo de mujeres adolescentes que aparecen con túnicas de color morado y portan sus partituras en las manos. Por los altavoces, ya una vez decidida la salida, se pide una oración y se lanzan al aire las recomendaciones de última hora. En realidad, casi nadie lo escucha. La impaciencia es notoria. Mayores y niños quieren lanzarse a la calle.
     
Fali Díaz, de los Pali del Arenal de toda la vida, ha hecho sonar el martillo. Antes de la última levantá del paso de La Cena, uno costalero le recuerda que allí abajo van 46 hombres. Es el homenaje de la cuadrilla a quien falta este año. El paso sale a la calle Sol y el astro rey lo baña en la tarde ya plena del Domingo de Ramos. La escolanía canta dentro del templo cuando el Señor de Sebastián Santos y el apostolado de Ortega Bru cruzan el atrio.

A la salida del Señor de la Humildad y Paciencia, la banda de Tejera, preparada para acompañar a la Virgen del Subterráneo, toca una marcha fúnebre. Ya está el cortejo en la calle. El sueño de la Hermandad se ha cumplido. Más de 700 nazarenos han salido en estación penitencial en esta Hermandad joven y pujante. Me quedo en la iglesia donde un hermano ya veterano mira con lágrimas en los ojos. No hace falta hablar con este hermano. Sus ojos llorosos están llenos de alegría al ver en la calle a su cofradía.

Es preciso acudir a Relator para comprobar el discurrir de otra cofradía de barrio. Es la Hiniesta. A esa hora la masa ha tomado las calles. Con la seguridad del tiempo estable, la calle se masifica delante de los pasos. En la revirá con Feria, la banda de Santa María Magdalena de Arahal tocas sus marchas clásicas. Al rato, la explosión llega con el lujo azul y plata del palio de la Hiniesta. De nuevo la vista se queda impresionada por los candelabros de cola, en realidad toda la orfebrería es un primor. La banda del Carmen de Salteras no desentona y por la calle Feria marcha la señora ya entre clamores del pueblo.


Ha dado tiempo a ver La Estrella por Reyes Católicos. El gentío es dueño de la amplitud de la calle. Es una de Triana que acaba de llegar a Sevilla por el puente. Todo vuelve a tener sentido. Es la Estrella, de la que todos dicen que nada le hubiera importado el tiempo, porque seguro que hubiera salido.