viernes, 14 de abril de 2017

La gran Victoria del Jueves

El Jueves Santo es un día de esplendor en Sevilla. Salen cofradías históricas de la ciudad, como Los Negritos, La Exaltación, Montesión, El Valle, La Quinta Angustia, Pasión, todas ellas cargadas de historia, que acumulan varios siglos como Hermandades de penitencia, que poseen imágenes señeras de nuestra Semana Santa, pero el Jueves es el día de la Victoria. Además de todo lo señalado, que es mucho y hermoso, por Sevilla se pasea la Virgen de la Victoria, que es la dolorosa más hermosa que existe, la que llora sin consuelo, la que nos acoge con su gesto maternal bajo el palio, la que camina en el altar más sevillano que pudiera existir, la reina de reyes, la devoción de las Cigarreras, la que ya está coronada por el amor de sus hermanos, la que todos los Jueves del Amor Fraterno nos llega desde su capilla para gritar que no hay dolorosa más bella, que se puede llorar y consolar al mismo tiempo, que es la Victoria, la gran reina que nos embelesa con solo mirarla, la que nos conmueve y nos paraliza cuando por la calle Temprado avanza con señorío y grandeza camino de la Santa Iglesia Catedral.

De nuevo el calor se apoderó de la salida de la cofradía desde su actual ubicación en Los Remedios. No lleva muchos nazarenos, es algo que no se entiende. ¿No queda sensibilidad en ese barrio? ¿De qué Hermandad son los que viven en Los Remedios? Tienen allí muy cerca de ellos a la más hermosa, pero parece que no se han percatado. Desde su asiento inhóspito se viene al centro para que los fieles se estremezcan a su llegada. Le acompaña todo, la nueva peana, la saya, el palio de cajón tan sevillano, el manto, pero nada sería lo mismo si no fuera la Victoria.

Ante la Caridad se produjo otro de los momentos íntimos de la Semana Santa. Salió de la casa el cantaor Jesús Heredia, una vida a sus espaldas, para cantarle unas letras improvisadas, dichas con el temblor de una voz cansada de vivir, pero con algunos requiebros de flamenco del mejor estilo de quien fue gente en su día. Saeta de corazón más que garganta, saeta como oración para la Victoria. saeta de un flamenco de más de ochenta años para sentirse joven y afortunado.

Hay quien dice que mejor así, que no haya tumultos al su alrededor, que no se enteren las masas de su salida en procesión, porque si se enteran será imposible presenciarla con la tranquilidad que domina cuando ya ha pasado el puente de San Telmo para meterse en Temprado, el Postigo, Arfe, Gamazo y ese entramado de calles que parece que fueron diseñadas para que por ellas pasearan cofradías en Sevilla. Había pasado el señor de Buiza atado a la columna, ennegrecido de color carbón, romanos sin plumas blancas, música gloriosa de las Cigarreras, estación de respeto ante Las Aguas y todo el mundo mirando a la Torre de la Plata para comprobar que aún quedaba la Victoria. No sé si hay que coronarla, ya lo está, porque ese detalle ha perdido sentido en esta Sevilla de los desmadres, pero si el día que se le ponga la corona se la pasea por las calles, será un día de gozo pleno para quienes estamos prendados de esa cara única que es la de la gran Victoria del Jueves.

El paseante fue a ver a Los Negritos de nuevo en la plaza de Pilatos, porque no vive el Jueves sin la música de capilla en ese enclave, se acercó a ver el paso de los caballos de la Exaltación, vivió la salida de la Quinta Angustia en una plaza con los árboles crecidos hasta el cielo y enturbiar la visión del misterio que se mueve y conmueve, le dio tiempo a ver a la Virgen del Rosario, se emocionó al escuchar a la banda de Tejera tocando Virgen del Valle tras el palio y rezó ante Pasión. El Jueves fue de plenitud, pero al final volvió a quedar la imagen fina, delicada y señorial de la reina de Jueves Santo, la Victoria.


jueves, 13 de abril de 2017

Miércoles Santo de cofradías toreras


Pasan los días de la Semana Santa y se habla de aforamiento y seguridad. Se le están colocando vallas al campo de la Semana Santa, algo que ha conseguido la insólita queja de la Hermandad de la Amargura, que ha emitido un comunicado que finaliza con esta frase: “El aforamiento desmedido que vació calles como Francos, Alcázares o Santa Ángela de la Cruz a nuestro paso, supone una merma en nuestro testimonio público de fe”. Los días de los gozos en la calle, las fechas en los que los sevillanos – y todos los que visitan la ciudad – deberían sentir que están en la gloria, ahora son días de prohibiciones. Como imagen nueva, las aceras se han llenado de miles de sillitas de chinos y de hamacas de playa, en lo supone un grado más de la invasión del espacio público que tiene como consecuencia la imposibilidad para moverse por las calles. Así están las cosas en Sevilla y todo bajo un calor de verano insufrible.

El Miércoles Santo tiene epicentros notables. La salida de la Hermandad de la Sed en el barrio de Nervión es siempre un motivo para la nostalgia de los que pasamos ya de los cincuenta. En los años setenta del pasado siglo, la Hermandad salía el Viernes de Dolores en una estación recortada por el barrio con una parada que era punto de encuentro de los cofrades: el hospital de San Juan de Dios. Desde 1979 la cofradía llega a la Catedral en una larga y sufrida penitencia, realizada con fervor y ejemplaridad. La cita con el hospital no deja de ser emotiva. El Cristo de la Sed de Álvarez Duarte tiene la piel oscura del paso del tiempo, pero sigue pidiendo agua a su paso; agua que encuentra en los ojos azules, inmensos y profundos, de la Virgen de Consolación.

Pero si hay que algo marca esta jornada es la salida de las dos hermandades toreras de Sevilla: San Bernardo y El Baratillo. Si una es la de los espadas míticos del barrio, la del Arenal no se queda atrás por su nómina de toreros y su cercanía al coso maestrante. Los nazarenos del Baratillo forman sus filas sobre el albero de la plaza y salen con albero pegado a sus suelas.  

La cercanía del Matadero de Sevilla a la Hermandad de San Bernardo fue el motivo de que muchos toreros fueran hermanos de la cofradía, como Costillares y Cúchares, que murió siendo Hermano Mayor y está enterrado bajo el altar del Santísimo Cristo de la Salud. También, en el siglo XIX, el legendario Antonio Sánchez ‘El Tato’ fue Hermano Mayor de la hermandad. Además, en su nómina figuraron Pepete, Manuel y Pepe Bienvenida, Diego Puerta y la saga de los Vázquez.  Pepe Luis salió de nazareno muchos años. Manolo fue Hermano Mayor y le regaló a la Virgen del Refugio el traje de su alternativa con el que se le confeccionó una saya de color blanco que volvió a lucir en la tarde del Miércoles Santo en su salida procesional.

El Baratillo estrenó en 2002 un llamador labrado por Marmolejo en el que dos ángeles  sujetan un capote de paseo que tiene grabado en su centro la insignia de la Hermandad. El ángel de la derecha lleva colocada una montera. Al Baratillo perteneció Pepe Hillo, quien donó el 17 de abril de 1774 la imagen del Patriarca Bendito Señor San José, que se venera en la capilla y es titular de esta Hermandad.  El Baratillo y la Maestranza están hermanados desde 1992 de forma oficial. De ahí que uno de los guiones que salen en el cortejo corresponda a la Real Maestranza.

Quienes pisan por primera vez el albero de la plaza son los nazarenos del Baratillo, la de los ángeles toreros. En las vidrieras de la capilla no se pierde ningún detalle el ángel Pedrito, que sigue allí y comprueba la entereza de sus padres, ambos fieles a la Hermandad de la Misericordia, la Piedad y la Caridad. Me decía un torero en activo vestido de nazareno que este año hay otro angelito en el ruedo celestial, el niño Adrián de Valencia, que ahora torea a gusto con los grandes maestros.

Por la noche, cuando el cortejo volvía a la capilla, junto a las murallas del Alcázar se vivió de nuevo el que es uno de los grandes momentos de la Semana Santa. El palio de la Caridad reviró a los sones de La Madrugá, la sinfonía de Abel Moreno, en una vuelta interminable, mientras la banda del Carmen de Salteras sonaba de forma sobrenatural. Sevilla en estos días es una suma de instantes que se repiten todos los años. Y que no nos falten nunca. 

El Buen Fin pasa por la plaza de San Lorenzo con sus nazarenos de hábitos franciscanos. Pasa por delante de la basílica del Gran Poder y los pasos saludan al Señor de Sevilla. Por la calle Trajano pasó el misterio impresionante de la Lanzada, con Longinos con el arma dispuesta. Ese paso sigue causando un fuerte impacto cuando avanza por las calles. El manto de la Virgen del Buen Fin era una cesión generosa de San Esteban, porque el de la cofradía ha sufrido desperfectos en el taller de reparaciones.

El Miércoles Santo es un día de crucificados, como el del Cristo de Burgos, que salió con cierta polémica por el cambio de ubicación de los puestos ambulantes. La Hermandad emitió un comunicado con cierta dureza. Parece que este año se impone la comunicación y la contrariedad en muchas corporaciones. La tarde había comenzado en la calle Feria con la salida del Carmen Doloroso y tuvo su epílogo feliz en el discurrir de las Siete Palabras y los Panaderos. El misterio del Prendimiento de la Hermandad panadera volvió a mecerse como una pluma por las calles de Sevilla.

Miércoles de gozo con ese detalle de las dos cofradías toreras en las calles. En el cielo se montó un festival de matadores y los angelitos estuvieron en todo momento al quite.   

miércoles, 12 de abril de 2017

Clasicismo en San Lorenzo


El parque temático era un horno. Los encargados de la seguridad le han puesto vallas al campo de la Semana Santa. Se ha hablado de la calle Alcázares y poco de otros puntos a los que no se puede acceder cuando una cofradía aún no ha llegado. Es una ataque a la línea de flotación de la Semana Santa, que siempre se caracterizó por la movilidad para poder presenciar diferentes escenas, la mayoría que el cuerpo sea capaz de aguantar en jornadas tan calurosas. El camino se hace insufrible porque las aceras están colapsadas por las sillitas de los chinos. Se cree uno que se puede pasar por una acera porque parecen liberadas, pero no es así, ya que lo que pasa es que miles de sillitas soportan las anatomías de quienes esperan la llegada de los cortejos. Este año hay un paso más: la sillita de playa en la calle. Ayer, en el enclave de Javier Laso de la Vega había decenas de sillas de playa, donde señoras orondas parecían dormir la siesta. Es decir, que esto ha cambiado, la caminata del cofrade es una carrera de obstáculos y encima no te dejan llegar a determinados lugares porque la seguridad es lo primero. Bien está lo de la Seguridad, pero, hombre, que nos vamos a cargar el invento con tanta seguridad.

De tal forma que no quedó otra solución en el Martes Santo que buscar lugares de cierta tranquilidad para entresacar la mayores emociones. Y miren por dónde, por Laraña llegaba San Esteban, delante de la Anunciación, donde hace un año debió refugiarse por culpa de la lluvia. Y sonó Virgen del Valle, glorioso momento, casi desapercibido por los ocupantes de las sillas playeras, pero que nos indica que todavía quedan Hermandades con sensibilidad.

Me apetecía ver El Cerro por la plaza del Triunfo, cerca del Alcázar, y puedo asegurar que me sorprendió. Se mantenían las filas de nazarenos bien formadas, no había huida masiva a bares ni hermanos tirados por las aceras. El barrio y su cofradía dieron un nuevo ejemplo de amor a sus titulares, también de humildad en ese horario. Cuando al Cerro no le llueve, se muere de calor. La Virgen de los Dolores Coronada reinó en los corazones de sus hermanos.

La salida del Dulce Nombre fue otro momento de esos que año tras año se mantienen como imperturbables. La plaza de San Lorenzo es amplia, permite que acudan las familias con los carritos de los niños, ahora ya sin sillitas de chino, para presenciar simplemente la categoría cofrade en su más mejor expresión. El paso de misterio salió de forma espectacular, tremenda la banda de las Cigarreras y su Señor de Sevilla, cuando Nuestra Padre Jesús ante Anás giraba para saludar al Gran Poder. La cuadrilla que mandaba Manuel Gallego meció con finura y elegancia al paso de La Bofetá. Todavía quedaba la intensa emoción de la salida de la Virgen guapa de la saya rosa del Dulce Nombre y la banda de la Oliva de Salteras tocando como si fuera su última salida en esta Semana Santa. Esta emoción de San Lorenzo en Martes Santo nos reconcilió con tanto desmadre en las calles, era posible una Semana Santa emotiva e íntima a pesar de la multitud que se agolpaba en San Lorenzo.

Aún quedó tiempo para alcanzar al Cristo de la Buena Muerte y Santa Cruz. La Semana Santa cambia a partir de la diez de la noche. Las tropas de zangolotinos se han recogido o andan consumiendo, y de esta forma se van quedando los clásicos. Ayer decía alguien en algún lado que lo clásico es retrógrado, que solo lo moderno es progresista. Así estamos, en manos de pensadores absurdos que no saben que no hay nada más auténtico que conservar lo bueno de toda la vida.    

martes, 11 de abril de 2017

Músicas de Salteras

La Hermandad del Polígono estaba desecha en Placentinas por los estragos del calor. No parece lógico resaltar determinadas actitudes cuando el cortejo había comenzado la estación de penitencia al mediodía y a las seis de la tarde aún tenían por delante un largo y sofocante camino. Todos sufrían; nazarenos, costaleros, músicos, acólitos, padres y los niños, que se derrumbaron en la Plaza del Salvador totalmente desmadejados. Sin embargo, una cosa es la comprensión del sufrimiento y otra la visión de escenas con un grupo de nazarenos tirados sobre el asfalto en busca de agua y comida. El esfuerzo de la cofradía es de nuevo para aplaudir. Solo les falta que se cuiden algunos detalles.

En la tarde del Lunes Santo había una cita que no podían perderse los más fieles a las procesiones sevillanas. La Virgen de Guadalupe, la niña de Álvarez Duarte, salió vestida de hebrea a los cincuenta años de su bendición. No les ha gustado la idea a muchos, según los comentarios que pude escuchar, pero Guadalupe iba bellísima, reluciente, espléndida, con la diadema, la saya lisa y el fajín clásico que modeló Rodríguez Ojeda. La de Guadalupe se mantenía en Cuaresma. Me pareció, por una vez, algo maravilloso.

Pero para el paseante fue una tarde de músicas. A la salida de la Catedral, enfilando la plaza de la Contratación, caminó el Cautivo del Tiro de Línea, siempre señorial, digno en su soledad, pero con las mujeres del barrio siempre a su estela bendita para que nunca sintiera el desconsuelo. Y con la Virgen de las Mercedes, la banda del Carmen de Salteras. Parece imposible que una banda pueda superarse cada año. Junto a las murallas del Alcázar sonó Cristo en la Alcazaba. No hay mejor lugar para esta marcha. Gracias a Santa Genoveva porque es un detalle enorme tocar esta marcha cerca de Santa Cruz y la Semana Santa ya se nos va quedando para gozar de estos momentos, quizás pequeños, pero que provocan un ligero estremecimiento en los sentidos. La Semana Santa es una suma de sentimientos. Qué marcha, qué banda y qué momento. Tras la banda caminaba Francisco Javier Gutiérrez Juan, el director de la Banda Municipal de Sevilla. Dos hijos del gran maestro componen la nómina del Carmen de Salteras. Ya en Contratación fue Macarena de Cebrián quien le puso la nota de emoción definitiva a la tarde.

Pero es Salteras y monta tanto la del Carmen como la de la Oliva. Detrás de la Virgen de las Aguas del Museo volvió a dejar una muestra de su tremenda calidad en el clásico Virgen de las Aguas y en un memorable Como tú ninguna cuando el paso ya enfilaba la calle Sierpes.

Si le añaden a la multitudinaria hermandad de San Gonzalo por Adriano ante el Baratillo, el paseo de Vera Cruz por la Cuesta del Rosario, la Redención ya en su barrio y las Penas por Cuna, se puede decir que fue un Lunes Santo para el recuerdo de este paseante. Seguro que si me lee, usted también vivió ayer un día especial. En el rincón de mis vivencias imborrables quedarán las enormes bandas de Salteras haciendo grande a la Semana Santa de Sevilla. 

lunes, 10 de abril de 2017

La religiosidad popular toma la ciudad


La Semana Santa de Sevilla es el gran acontecimiento religioso de la capital de Andalucía. La colosal representación sobre el escenario de una ciudad volcada en sus cofradías ha sido objeto de estudio desde muy distintos ángulos, lo cual ha generado una multitud de opiniones contrapuestas. La realidad es que desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección, Sevilla es una ciudad transformada que vive con auténtica pasión los acontecimientos que se desarrollan en sus calles. La de Sevilla es el prototipo de la Semana Santa de Andalucía, en clara contraposición a la austeridad y el recogimiento de otras celebraciones donde los desfiles y el comportamiento del pueblo son muy diferentes.

La Semana Santa de Sevilla se puede analizar desde la frialdad de los números. Con esa visión objetiva, el fenómeno de estos días puede quedar reducido a una fiesta donde a su reclamo se disparan múltiples economías, algo que en estos tiempos se recibe como un maná del cielo. Sin embargo, no conviene perder de vista que se trata de una celebración religiosa de la Iglesia católica, y que su origen y desarrollo posterior ha estado unido a la fe de un pueblo. Este aspecto es muy controvertido. El sevillano vive con fervor su Semana Santa mientras que su participación en los cultos religiosos durante el resto del año es muy escasa. De esta forma, el 70% de la población de Sevilla y su provincia se declaran católicos, aunque solo el 25% acuden a la misa dominical, un precepto que deben cumplir los creyentes.

Los cortejos procesionales reúnen a casi 70.000 personas, entre nazarenos, costaleros, servidores y músicos. El aumento ha sido muy considerable en los últimos años. Se ha tratado de explicar con la irrupción de la mujer en la filas de penitentes, el crecimiento de las bandas  de música y a la propia explosión popular de los desfiles procesionales. Sevilla se convierte en el escenario de una impresionante manifestación en torno a las cofradías, donde son tan relevantes los que desfilan en los cortejos como los que presencian las procesiones en las calles.

Las Hermandades sevillanas, de origen devocional, fundadas muchas de ellas en conventos, otras muchas asociadas a gremios, se nutren en la actualidad de hermanos que llegan bien por tradición familiar o por el fervor a algunas corporaciones de barrio que han subido su nómina de manera sorprendente. Han crecido las hermandades de barrio, como San Benito, la Redención o San Gonzalo, se mantienen las clásicas del centro. Hay una Semana Santa clásica, tal vez más íntima y recogida, y otra más popular.

Economía

La Semana Santa sevillana son los pasos en las calle y quienes abarrotan todos los rincones de la ciudad en busca de emociones. La misma Carrera Oficial, que es el trayecto que comienza en La Campana y finaliza en la Catedral, se puebla de sillas que se disputan con ardor. Estas sillas, controladas por el Consejo de Hermandades y Cofradías, se venden y se revenden a precios cada año más elevados. Este año se ha conocido un nuevo ardid en busca de dinero en el alquiler ilegal de balcones en la calle Sierpes. Es un reclamo turístico de primer orden. Se ha valorado en 300 millones de euros en impacto económico de la Semana Santa en la ciudad.  

El pregonero de este año, el periodista Alberto García Reyes, matizó de manera enérgica que la Semana Santa es una manifestación religiosa y que nada tiene sentido si no se antepone por delante que es el mismo Dios quien se pasea por las calles. Así fue durante muchos años desde sus orígenes, pero la realidad es que se viven tiempos de una explosión que se ha alejado de la esencia. A esta manifestación de fervor cofrade se la llama religiosidad popular, en la el pueblo se lanza a la calle para vitorear a sus imágenes, en la que las Hermandades intentan por todos los medios reunir  al máximo número de espectadores en los rincones claves, en los que la masa toma la calle para gritarle a su Virgen adorada que es la más guapa del mundo. La Iglesia católica observa y calla, porque es mejor esa religiosidad popular que nada.

El crecimiento es desorbitado en todos los sentidos. Ha aumentado el número de nazarenos de cada Hermandad, de tal manera que se considera que es excesivo el tiempo de paso de cada cofradía. Se ha querido poner numerus clausus pero es una medida que la mayoría rechaza por impopular. Algunas cofradías ordenan sus tramos con tres hermanos por fila para reducir el tiempo de paso por la carrera oficial.  

Hay más gente en las calles que nunca. Se espera la Semana Santa para lanzase a ver pasos en los lugares más típicos, la masa espera los cortejos y se han popularizado las sillitas para sentarse a la espera de los pasos.

La nómina de Hermandades sube sin que sea posible admitir en los días oficiales a nuevas corporaciones. Así se han creado las Vísperas, que ya el Viernes de Dolores y el Sábado de Pasión pusieron en la calle a diez cofradías con 17 pasos, además de dos Agrupaciones. Son Hermandades relativamente jóvenes, que aspiran a poder estar en la nómina de las que acuden a la Catedral, pero que de momento se limitan a una procesión por la cercanía de su Iglesia de residencia. Estas Hermandades de vísperas suelen residir en barrios muy alejados del centro, lo que casi imposibilita una estación de penitencia al centro de la ciudad. Estas Hermandades, ejemplo de fervor y pasión cofrade,  llegan desde barrios como Pino Montano, Bellavista, Palmete, San Jerónimo o Torreblanca. No tienen nada que envidiarle a las demás, tal vez incluso su labor cristiana en bolsas de caridad y ayuda a los necesitados sea más encomiable, pero ahí están con el sueño de poder incorporarse algún día al núcleo duro de la Semana Santa, como ya lograron otras que realizan una estación de más de doce horas al salir desde El Polígono de San Pablo, El Tiro de Línea o El Cerro del Águila en estaciones admirables por el esfuerzo de sus hermanos.

Fanatismo

En esta eclosión de religiosidad popular conviven múltiples facetas. Es evidente que la Semana Santa sevillana sigue sustentada en la fe religiosa de un pueblo, manifestada muchas veces con fervor y recogimiento, mientras que otras veces se dispara de forma exagerada, hasta el punto de que los mismos que el resto del año viven de espaldas a los cultos, en los días de la Semana Santa se convierten en ‘hinchas apasionados’ de sus Hermandades. Así se viven expresiones de difícil explicación y cercanas al fanatismo que acercan, por desgracia, a los seguidores de algunas cofradías a los hinchas más acérrimos de los equipos de fútbol. Todo ello convive con una legión de jóvenes que utilizan estos días para estar en la calle. Toda la efervescencia cofrade tiene su mayor expresión en la Madrugada, una noche en la que muchos sevillanos ya no se atreven a salir a la calle porque se han producido situaciones de terror colectivo, que no han sido nunca convenientemente explicadas, pero que han desvirtuado la noche, e incluso se habla del ‘problema’ de la Madrugada.

Con estos condimentos, la Semana Santa vive momentos de crecimiento en todos los órdenes. Existe una industria cofrade que se mantiene vigente durante todo el año, de forma que han surgido industrias, páginas web, blogueros y todo tipo de personajes que mantienen el espíritu cofrade vivo durante los 365 días del año. Esta realidad llega a términos extremos en la figuras de lo que se ha dado en llamar el ‘frikicofrade’, que es un paso más avanzado de lo que siempre fue considerado en Sevilla como el capillita. En definitiva, la Semana Santa se vive en la calle durante 10 días, pero se mantiene con aliento pujante durante el resto del año.

Al predominio de lo insustancial sobre lo fundamental han contribuido las mismas Hermandades, que han buscado su minuto de gloria en la entrada en La Campana, cuando el motivo de su salida procesional es hacer estación de penitencia en la Catedral. Muchas cofradías salen a lucirse en La Campana, donde ante las cámaras de televisión echan el resto para ser las más llamativas, buscar el aplauso popular, ya por la forma de llevar los pasos por parte de los costaleros, ya por el acompañamiento musical exuberante. Naturalmente, este potencial religioso, económico y social es una fuente de discordia entre los distintos poderes, aunque el intento de influir en las cofradías es manifiesto en el poder religioso y el político. La Iglesia trata de mantener en orden el universo cofrade con determinadas actitudes y recomendaciones que muchas veces no son bien recibidas en las Hermandades. El vivero religioso es muy intenso y la autoridad religiosa no quiere perder el control de lo que en definitiva es una expresión pública de la fe de un colectivo. Del poder político, tres cuartos de lo mismo. Siempre ha tratado de ordenar lo que fluye con naturalidad de manera espontánea. A la Semana Santa de Sevilla no se le pueden poner cerrojos, pero de un tiempo a esta parte todo son ordenanzas y prohibiciones que al final le restan su verdadera esencia popular. Todo se ha justificado en aras de la seguridad, aunque muchos sevillanos no comulgan con estas premisas.
La vida interior de las Hermandades es desconocida por la mayoría, que solo se acuerdan de ellas en estas fechas. La realidad es que la labor social de las Hermandades sevillanas es intensa. Se podrían poner ejemplos variados, pero baste con señalar la labor de la Hermandad del Buen Fin con su Centro de Estimulación Precoz.

Domingo de Ramos

De esta forma, aparece en el calendario el Domingo de Ramos, posiblemente el día más sevillano del año, en competencia con el día del Corpus y con el 15 de agosto, que ha perdido fuelle con el éxodo a las playas. Domingo de Ramos es sinónimo de alegría, expectación y júbilo. Era el día para estrenar indumentaria, para cantar la visión alegre del primer capirote de año, para meterse en las bullas, una situación clásica de estos días y que en otro lugar podría provocar el pánico pero que el sevillano controla con sabiduría.

Es el día para volver a la emoción de las procesiones en la calle desde las primeras horas de la tarde. La nómina de la jornada es variopinta, ya se sabe que en Sevilla no hay concordancia entre los que se representa en los pasos y el día de la semana. En este Domingo de Ramos salen nazarenos y crucificados a la calle cuando a tenor de la fecha solo podría realizar la estación de penitencia la Sagrada Entrada en Jerusalén, que en Sevilla se llama La Borriquita. Esta Hermandad consta de tres pasos, el primero ellos que sale en solitario a primeras horas de la tarde, está considerada como una cantera de los nazarenos de la ciudad, ya que suelen salir infinidad de niños acompañados por los padres. Los progenitores también tienen su penitencia procesional en las Hermandades en las que los niños son los protagonistas. En la misma Hermandad, saliendo ya por la noche de la basílica del Salvador, cierra la jornada el portentoso crucificado del Cristo de Amor, obra de Juan de Mesa, al que sigue la Virgen del Socorro.

Es el día de Jesús Despojado, que sale de la céntrica capilla del Mayor Dolor, una cofradía renovada tras un pasado lleno de incertidumbres. Tal vez la cofradía más luminosa de la jornada sea la de La Paz, que viene del barrio del Porvenir y atraviesa en el recorrido hacia la carrera Oficial al Parque de María Luisa, un lugar en el que se funden en forma de crisol bellezas como la misma Virgen de La Paz, el resplandor de su orfebrería y la blancura inmaculada de sus enseres. La Paz figura entre las primeras imágenes que los cofrades sevillanos guardan en lo más íntimo de sus recuerdos.

La Hermandad de la Cena saca tres pasos con el principal de la Sagrada Cena, donde el portentoso apostolado de Ortega Bru brilla con luz propia. Cofradía de barrio es la Hiniesta, que es virgen de penitencia bajo palio, azul y plata, que además es, en su imagen gótica, la patrona de la corporación municipal sevillana. Sigue San Roque con su nazareno y su Virgen de Gracia y Esperanza, que tiene en su vuelta a la iglesia parroquial un momento único cuando el palio pasa por Caballerizas, uno de esos enclaves donde se rompen todas las leyes de la física, algo que casi solo ocurre en las calles de Sevilla con los pasos en Semana Santa.

Salen en el Domingo de Ramos dos imágenes marianas de gran valor y de intenso fervor: La Estrella, que es la primera de Triana, y la Amargura, que sale de San Juan de la Palma, donde el centro limita con la calle Feria. Triana en Semana Santa es más Triana que nunca. La Virgen de la Estrella es una dolorosa perfecta que habla con sus manos. A esta Hermandad le acompaña siempre la historia de su salida procesional en 1932, la única que lo hizo en aquel año de la República, motivo por el que se le llama en algunos ámbitos como La Valiente. El paso del tiempo ha dado paso a la realidad de una cofradía en auge, espléndida en la imagen de Nuestro Padre Jesús de Las Penas y en la excelencia de la Estrella. La cofradía de la Amargura, reconocida como El Silencio Blanco, es otra imagen del siglo XVII surgida, como la Estrella, del taller de Roldán. Es una cofradía selecta, para exquisitos, con un palio rematado y la Virgen de la Amargura, la primera que fue coronada en Sevilla

La noche acaba con el Cristo del Amor, una representación de Juan de Mesa en sus primeros años, que es toda una declaración de la fuerza de la imagen aplicada a los sentimientos religiosos. Cuando el Domingo de Ramos finaliza con la entrada de las que regresan a  sus templos a altas horas de la madrugada, la Semana Santa de Sevilla no ha hecho más que comenzar, aunque para el sevillano cofrade todo parezca que ya se está acabando. Todo el año esperando solo para una semana.     

miércoles, 22 de marzo de 2017

Pepe Luis Vázquez, torero de culto


De la estirpe de Joselito El Gallo, Chicuelo y Belmonte, considerado uno de los diez toreros más importantes de la historia, Pepe Luis Vázquez alternó en 120 corridas con Manolete y ahora los críticos Carlos Crivell y Antonio Lorca "resucitan" una personalidad única en el mundo del toro.
"Pepe Luis Vázquez, torero de culto" (El Paseo) es, en palabras de Lorca, "un homenaje a uno de los grandes toreros de la historia; la reivindicación humana y taurina de un personaje capital que, por carácter sencillo y humilde y por su decisión de apartarse del mundo y de los homenajes, vio mermada su aureola de gran figura".
"Se dice que nació torero, 'estudió' la carrera 'por libre' en los oscuros pasillos del matadero, triunfó siendo casi un niño, sacó adelante a sus padres y hermanos, se retiró con 32 años, se casó, después, con una joven de buena familia, tuvo siete hijos, olvidó el traje de luces, se encerró en el campo, se olvidó de honores y fue un hombre feliz entre los suyos", ha enumerado Lorca en relación con esta biografía, que no se detiene en 'el torer
o' y dedica capítulo propio 'al hombre'.
Nacido en 1921 en el sevillano barrio de San Bernardo, "Pepe Luis fue un personaje original, un artista y un hombre íntegro y cabal, de los pocos que, de vez en cuando, aparecen por la vida; de exquisita educación, de esos que no hablan por no molestar, de pocas palabras, de gran vida interior, reflexivo y sentencioso".
Lorca ha añadido que fue "amante de la poesía y amigo de pintores, escritores y músicos; disfrutaba con los hermanos Machado y Alberti, le encantaban Mozart y Schubert, se relacionó con Zuloaga, Bergamín y José María Cossío, y el maestro Joaquín Rodrigo, entre otros".
"Fue feliz en el silencio y la soledad; su viuda dice que fue un hombre del campo, y humilde hasta la timidez, que prefería pasar inadvertido y al que le hubiera agradado ser invisible", según el perfil trazado por Lorca, quien ha citado a sus familiares para asegurar que "alcanzó todas sus metas: fue figura del toreo, sacó adelante a sus hermanos, formó una familia numerosa, vivió feliz entre los suyos y se retiró del mundo para gozar del campo".
Esta biografía era precisa, según Carlos Crivell, porque trata de "un ser excepcional" del que "era necesario reflejar sus dotes como lidiador y artista, porque aunque los más aficionados conocen muy bien, quienes no llegaron a verlo en los ruedos pueden ahora entender mejor su trascendencia en la Fiesta".
Crivell ha asegurado que Vázquez "fue, por encima de todo, un torero cerebral, en el que lo primero fue la inteligencia que le permitió conocer a los toros de manera primorosa; fue un toreo de sabiduría innata y fue un artista porque su toreo estaba adornado por la excelencias de la pureza y el clasicismo" a lo que aportó "gracia natural, que es lo que ha perdurado, aunque no fue lo primordial en su estilo".
Para Crivell "es un buen momento para recordar a Pepe Luis" porque "los principios en los que asentó su tauromaquia casi se han perdido; es cierto que el toro, eje básico del toreo, ha cambiado, y el que Pepe Luis lidió necesitaba un dominio previo a la creación del arte, algo que ahora raras veces ocurre porque ya no hay toro que dominar".
"Esos aspectos del toreo eterno, la pureza, la naturalidad, el buen gusto, la torería en suma, se están perdiendo, y el recuerdo de Pepe Luis es muy adecuado para recordar que hay situaciones que deben perdurar en la tauromaquia; fue un torero de Sevilla, lo mismo que después lo fue Curro Romero; la prevalencia de Pepe Luis se sintetiza en una frase: Pepe Luis es Sevilla misma vestida de luces".