jueves, 20 de octubre de 2011

Inversión en Cultura

La delegada municipal del Ayuntamiento de Sevilla confirmó ayer que esta entidad mantendrá en 2012 su asignación a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y al Teatro de la Maestranza. El anterior gobierno de la ciudad lo había bajado para el año actual. Se temía, dada la situación económica, que ahora se recortara más para el próximo año. La noticia de que se mantendrá sin meter la tijera es buena para la cultura sevillana.


Sin embargo, la precariedad general con la que se mueven los fastos culturales no deja de ser preocupante. Muchos músicos, artista de teatro, cómicos y demás creadores de Sevilla buscan desesperadamente la forma de poder alcanzar una subvención para exponer a todos sus capacidades. No son buenos tiempos para lírica. De nuevo hay que recordar cómo en Andalucía se ha empleado dinero público en asuntos muy trascendentes pero nada cercanos a nuestra tierra, como la orquesta del maestro Baremboim que integra a israelies y palestinos. Eso está muy bien, pero cambia el análisis cuando los hijos de nuestra tierra, léase nuestros artistas, están pasando fatiguitas para poder seguir en la lucha. Antes de dar de comer al vecino vamos a alimentar a nuestros hijos.


En el cómputo general de los aspectos más definitorios de nuestra sociedad, la falta de educuación, y por tanto de acercamiento a la cultura, es una de las lacras que están maniatando a nustros jóvenes. La educación, el respeto, la generosidad y la concordia se han perdido porque hay una mala base educativa, con el trasfondo de un alejamiento perverso a la cultura, fuente de todas las luces de la imaginaicín y la creatividad del ser humano. Es bueno invertir en educación y en cultura. De momento, el teatro de la Maestranza podrá seguir vivo, igual que la orquesta sevillana. Ahora, es preciso que sus actividades lleguen con facilidad y a precios adsequibles a todos los que quieran acercarse a esta parcela del mundo del conocimiento.

martes, 11 de octubre de 2011

El monstruo sigue creciendo


Tienen la fuerza del dinero, del poder, las licencias y una chulería inmensa para seguir elevando a contra reloj una mole que repugna a la mayoría. El asesino tiene nombre: Cajasol. Los que miran hacia otro lado son los políticos, los de antes y los de ahora. Los estafados son los sevillanos, que ven como sube y sube un edificio que no hace falta y cuesta un dineral. Están a la espera de que la UNESCO diga algo, pero cada semana el mostrenco tiene un piso nuevo. Cuando se quieran dar cuenta será un monstruo de más de cien metros absurdo, un canto al despilfarro, un mamarracho que se hace por un capricho no bien explicado que nadie ha sabido frenar. Cuando quieran pararlo los avispados dirigentes de Cajasol se habrán asegurado una indemnización maravillosa y se llenarán los bolsillos a costa de los contribuyentes. Ya que nadie lo para y frena esta locura, sólo los ciudadanos tenemos una posibilidad: retirar los ahorros de esta entidad bancaria que será muy sevillana, pero que está ensuciando el horizonte de la ciudad con un esperpento incalificable.

domingo, 9 de octubre de 2011

Sevilla y sus bodas


Las televisiones echaron humo en la boda de Cayetana. La palabrería de los indocumentados charlatanes con micrófonos no cesaba de anunciar que Sevilla se había volcado en la boda. Doscientas personas delante del Palacio de Dueñas representaban a Sevilla. De nuevo salieron a  la palestra los tópicos absurdos de siempre, esas marujas que están en todas partes, como Mocito Feliz, y que largan pamplinas a diestro y siniestro. Sevilla soportó de nuevo el sambenito de su estilo, su gracia, su galanura, su entrega para ser el escenario ideal de la boda. Lo contaban por la televisión, aunque solo eran doscientas señoras desocupadas en la puerta del Palacio. Sevilla estaba en sus cosas, ajena a la farándula de una boda que, eso sí, ha vuelto a desatar el fino humor sevillano, como se puede comprobar si se da uno una vuelta por los bares del centro y los barrios y escucha los chistes que ha propiciado el asunto. Sevilla lo aguanta todo. Al menos, algunas veces el humor de Sevilla también puede con todo, incluso con una noble poliartrósica bailando algo indescifrable en medio de la calle.