jueves, 24 de marzo de 2016

Una saeta al cielo de Álex Ortiz

El Miércoles Santo es un día especial para quienes amamos el mundo de los toros. Las dos cofradías con mayores connotaciones taurinas hacen estación de penitencia en la jornada. El luminoso día que siguió a los de lluvia y desencanto fue aportando una serie de vivencias inolvidables para el caminante cofrade. Muy pronto hubo que acudir a ver La Sed por  delante de San Juan de Dios, algo que a muchos nos lleva a nuestra primera juventud, cuando la cofradía salía el Viernes de Dolores y la cita con el hospital era punto de confluencia de todos los cofrades sevillanos. Ya es una Hermandad con dos pasos y muchos penitentes que hacen un esfuerzo supremo cada tarde de Miércoles Santo.

Cumplida esta tradición, la tarde se llenó de emociones. En el devenir por la ciudad se encuentran rincones y escenas insospechadas. San Bernardo venía por Santa María la Blanca. El Cristo de la Salud avanzó por Muñoz y Pabón buscando la Alfalfa. Había que ir a buscar a la Virgen del Refugio, a ver de nuevo los jarrones dorados, a saludar a la señora del toreo de la que fueron devotos Cúchares y Manolo Vázquez, Diego Puerta y Pepe Luis. Pero el pensamiento estaba lleno de una ausencia y el dolor era insoportable. Allí faltaba Fernando, a quien la Hermandad le había dedicado su estación de penitencia. Y como pasa en Sevilla siempre, cuando vas buscado una emoción, surgió otra inesperada en forma de saeta desde un balcón allí mismo en Santa María la Blanca, enfrente de la Virgen del Rosario, cuando una voz potente y clara le cantó su oración a la Virgen de San Bernardo. La voz de Álex Ortiz lo llenó todo, la claridad de su verbo, la musicalidad de su entonación, la firmeza de su expresión y el quejío salido del alma conmovieron a los presentes. Ahí lo tenías Fernando, qué homenaje más bonito y sincero. Yo también te dediqué a ti ese momento intimo en el que gocé de tu Virgen cuando el cantaor sevillano rompía el silencio con su cante.

Había otra cita taurina, pero la dejamos para más tarde. Para aliviar la espera había que acudir a un rincón sevillano para ver el transcurrir del Buen Fin. La plaza de San Lorenzo es el marco ideal para sentir el pálpito de una hermandad modélica, la que tiene su Centro de Estimulación Precoz entre sus realidades cotidianas. Viendo pasar al Cristo del Buen Fin con los sones de la Centuria Macarena en un escenario que ni pintado, uno pensaba cuántos momentos se nos escapan a los sevillanos porque no podemos vivirlos todos al mismo tiempo. Si allí, en San Lorenzo, junto al Señor de Sevilla, los sentidos se llenaron de júbilo casi sin esperarlo. Qué pasa en tantos rincones de la ciudad al mismo tiempo, que nos perdemos por aquello de la inexistencia de la ubicuidad. Nuestra Señora de la Palma camina bajo un palio bellísimo con corbatas y angelotes en un conjunto de clasicismo acentuado. A la entrada de San Lorenzo, la banda de La Nieves de Olivares estrenó la marcha Nuestra Señora de la Palma Coronada, obra de Javier Calvo. Ante el Gran Poder pasaron las imágenes de la cofradía franciscana con seriedad y devoción.


Y más toreo. El Baratillo me lo reservo para verlo a la salida de la Catedral. La nómina de nazarenos toreros ha crecido. A Oliva Soto y Diego Silveti se ha unido este año José Antonio Morante de la Puebla. Que la Piedad y la Caridad le protejan y el Cristo de la Misericordia le inspire en estos días que llegan. En las murallas del Alcázar, la banda del Carmen de Salteras volvió a escribir una página gloriosa de la Semana Santa al tomar una Madrugá inmensa al palio de la Caridad. Qué lujo de cuadrilla llevando con esmero a su Virgen mientras la solemne marcha lo paralizaba todo con una emoción de escalofrío. Después de presenciar ese momento casi no quedan ganas de nada más, pero el cuerpo del caminante aguantó para ver a Los Panaderos. El Miércoles Santo torero había recompensado todo lo sucedido hasta entonces. Nos quedaron grabadas para siempre una saeta de Álex Ortiz y una marcha de Abel Moreno. San Bernardo y El Baratillo, ahí es nada. 

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