martes, 22 de marzo de 2016

Aguas buenas y aguas malas

La tarde estuvo dominada por las Aguas; unas buenas llegadas del Arenal y el Museo; las malas, presentes o imaginadas, venidas del cielo en forma de amenaza de lluvia. Las aguas malas rompieron las ilusiones de los cofrades de los barrios que debían hacer estación de penitencia a la Catedral. En San Pablo, en las últimas horas de la mañana, la decisión tenía todo el sentido del mundo. Más doloroso fue lo que ocurrió en el Tiro de Línea. El hermano Mayor anunció que se iban a la calle y antes dijo “pero no aplaudáis”. Javier Bonilla no las tenía todas consigo. Y tanto. Al poco de salir, unas gotas, una predicción con amenaza cierta, lo que fuera, ya con el Cautivo y la Virgen de las Mercedes fuera de la parroquia, la orden fue tajante: vuelta al templo. Dos barrios que se encontraron desolados, un cielo que alternaba panzas de burra en forma de nubes con azul claro y limpio. Es mucha la distancia del recorrido, son muchos los niños del cortejo y el patrimonio, al que también hay que cuidarlo.

Así estaban las cosas cuando las miradas se dirigieron a otro barrio: El Tardón. Todo estaba preparado. La gente estaba contando los minutos, a nadie le pasaba por la imaginación que se anulaba la estación penitencial, pero debió pesar mucho en la Junta lo ocurrido hace unos años en un día similar, aquel en el que el misterio debió llegar de forma precipitada a la Magdalena y la Virgen de la Salud retornaba a su templo. Fue un mal año. Debieron recordarlo. Las predicciones eran de alguna posibilidad de lluvia a partir de las cinco y media. Y optaron por la prudencia.

Como lo hizo la Redención. Aquí debió pesar, más que nada, ese manto nuevo, el gran estreno de esta Semana Santa, ese terciopelo verde de Lyon bordado y mimado durante cuatro años en los talleres de Santa Bárbara. Es el manto que remata un palio especial y diferente, el de la Virgen del Rocío, que también estrenaba una saya de tisú marfil. El manto no pudo ser admirado en su devenir por las calles y Sevilla se quedó sin la visión de las siete cartelas que lo adornan. La tarde ya se encontraba dominada por las malas aguas.

En la puerta de la parroquia de San Andrés se agolpaba el gentío a las seis de la tarde para ver la salida de Santa Marta. El cielo era más azul todavía. Los predictores del tiempo habían  callado. Sin embargo, la gente que esperaba en la plaza, aunque allí estaba a pie firme, tenía la convicción segura de que Santa Marta no saldría. Y no salió. Alguno se quejó porque no lo entendía. Si todos coincidían en que ya la tarde no tendría aguas malas, que todo lo que vendría serían Aguas buenas.

Así fue. De la capilla del Rosario salió la de las Aguas con su Virgen de Guadalupe. Así se rompió el maléfico del Lunes Santo. El misterio, con la banda de la Tres Caídas, con un paso bellísimo que uno llegó a llevar cuando aún no estaba dorado, lució esplendoroso en Dos de Mayo. Las Atarazanas de la discordia le pusieron telón de fondo, en la chimenea grande dos cigüeñas asistieron al momento y una luna de primavera se asomó para verla pasar. Guadalupe recibió pétalos sin fin mientras El Sacri le cantaba una saeta. Las Aguas buenas aclararon la tarde.


En esa inercia que se produce cuando una Hermandad decide salir, las Aguas abrieron el camino para la salida de las Penas de San Vicente, Vera Cruz sacó los pasos ni recurrir al Lignum Crucis y del Museo salió las Virgen de las Aguas. Así quedó parcialmente reparado el día. Lo que no se puede sofocar es el desconsuelo de tanto chaval de las cofradías que no salieron. Y el de los mayores, que cuentan los años al revés que los nuevos. El paseo triunfal de la Virgen de las Aguas del Museo le puso un bello marco al Lunes Santo, el día que los barrios sufrieron el castigo de unas malas aguas que casi no llegaron.

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