viernes, 18 de abril de 2025

La perfección de la Victoria

Salió como antaño de la iglesia de los Terceros, pero no importa de dónde venga, siempre es la perfección bajo palio, una virgen sobrenatural que sorprende y emociona con su semblante ligeramente triste, bello, a veces incluso parece que se percibe una leve sonrisa, en un portento de señora bajo un palio, sin ninguna duda una de las mejores expresiones de esta Sevilla mariana.

Menudo Jueves nos brindó esta Semana Santa. Todo fue clasicismo, seriedad, orden y devoción, desde el paso de Los Negritos, con el impresionante misterio de la Exaltación, la Oración en el Huerto de Montesión, la Quinta Angustia, El Valle y Pasión. Y ella, naturalmente, como el símbolo bajo palio, solemne en su cajón, un modelo de rara perfección.

Fue una jornada redonda. Solo algunos mítines musicales enturbiaron el ambiente. Qué necesidad hay de tocar esas piezas más propias de una película del espacio que de marchas cofrades. ¿Ya no hay bandas de cornetas o agrupaciones forjadas en la ciudad sevillana para importar ejércitos que castigan los oídos con interpretaciones de gusto más que dudoso? Es otro signo de los tiempos.

Me pareció que la ciudad estaba más manejable en la tarde del jueves. Con menos frío y sin amenaza de lluvia, parece que algunos se han marchado de la villa, pero lo más penoso son los deambulantes sin orientación que taponan todos los rincones. O esos incívicos que se sientan en la calzada para impedir el paso de quienes buscan las cofradías. Por no citar a algún nazareno que colocó el cirio para impedir el paso del caminante.

Todo quedó superado por la posibilidad de contemplar de nuevo en las calles a la Virgen de la Victoria, la elegancia de una señora inmensa bajo palio.

jueves, 17 de abril de 2025

El padre de San Bernardo

 


En los foros se discutía sobre el frío o sobre las vallas colocadas en determinados puntos de los recorridos de las procesiones, pero el caminante sintió un profundo escalofrío en la jornada del miércoles Santo con la escena vivida en la Avenida, cuando un nazareno de San Bernardo subió a sus brazos a un pequeño penitente, perfectamente vestido con su capirote colocado, porque con toda seguridad estaba ya agotado y necesitaba unos brazos protectores. Y allí estaba, casi con toda seguridad su padre, que se lo echó a la cintura, mientras el chaval se agarraba a su cuello y se ayudaba de las piernas para no resbalarse. Fue una escena impresionante, que no solo tuvo lugar en una parada del cortejo, sino que una vez ya en camino, el padre del nazareno siguió llevando sobre su cuadril a su vástago cansado.

Que digo yo que sería su hijo, porque eso solo lo hace un padre. Y me preguntaba muchas cosas. Seguro que a la salida de la Catedral estaría la madre esperando para llevarse al jovencito a su casa. Es impensable que nuestro nazareno adulto lo llevara en brazos en todo el recorrido restante. Antes de llevarlo a casa le habría dado un bocadillo y agua para reconfortar su estado físico. Y nuestro nazareno mayor seguiría en su estación de penitencia con la doble satisfacción de haber podido realizar el recorrido en su totalidad y la de haber llevado en sus brazos a su hijo del alma.

¿Y cómo sería la relación de ese padre con ese hijo? Seguro que es un padre atento y cariñoso, pendiente de sus clases y deberes, atento a sus juegos e inquietudes, preocupado por su futuro que se vuelve cada vez más inquietante para todos. Quiero pensar que un gesto tan profundamente amoroso surge de un contexto bien organizado, que ahí tiene que haber una madre entregada para todos, aunque seguro que no solo es ama de casa, sino que también trabaja fuera del hogar.

Pienso cómo será el futuro de ese padre y ese hijo. ¿Será consciente el chaval de los sacrificios que su progenitor hace para aliviar sus incomodidades? ¿Será el muchacho, ya adulto, quien cargará con el cuerpo paterno cuando pasen muchos años y necesite unos brazos de apoyo? ¿Hará lo mismo algún día con un hijo suyo?

El padre de San Bernardo fue mi imagen del miércoles Santo, que entre amenazas de lluvia y un intenso frío nos legó momentos de brillantez suprema, que hoy omito porque sigo impresionado con la escena de un padre cargando con su hijo por la carrera oficial.

miércoles, 16 de abril de 2025

El valor en las cofradías


Se plantea un dilema de complicada resolución. ¿Quién es más valiente, la cofradía que no sale ante la posibilidad de haya lluvia o la que se lanza a la calle sin tener ninguna precaución? A la vista de lo sucedido ayer, Martes Santo de 2025, sigo pensando que es de mayor valor quedarse en casa. Así lo pueden atestiguar los miembros de la Junta de Gobierno de San Esteban, que llegaron a abrir sus puertas para iniciar la estación de penitencia, para inmediatamente cerrarlas y quedarse en el templo. Hubo silbidos contra esa decisión, lo que vuelve a poner de manifiesto que hay un populismo friki que se ha incorporado a la Semana Santa con excesivo protagonismo. Cómo si cerrar las puertas para no salir a las calles fuera producto de un capricho. Es verdad que había entonces menos posibilidades de lluvia, pero aún existía algún riesgo. Eso sí que es valor de verdad.

Si lo de San Esteban, La Candelaria, Los Estudiantes y Dulce Nombre fue valor de verdad, ¿lo del Cerro y San Benito fue una insensatez? A la vista de los resultados finales se podría argüir que no fue así, pero la granizada que le cayó a la cofradía de La Calzada fue más que preocupante. Hay que decirlo sin ambages, lo de San Benito fue temerario, no tanto lo de El Cerro que debe decidir a las doce de la mañana y se lanzó a la calle con la suerte de que la lluvia se hizo presente cuando estaba cerca de la Catedral.

Más complicada era la decisión de los Estudiantes, que, con una salida más tardía y mejores previsiones, optaron por no realizar la estación de penitencia. Si hubieran salido no se habrían mojado, pero optaron por la valentía de no salir. Hay que tener más valor para quedarse en la iglesia que para exponer el patrimonio a las inclemencias del cielo.

De lo vivido ayer me gustaría resaltar la disposición de El Cerro, la siempre magnífica Virgen de la Encarnación, la seriedad de Santa Cruz y el hallazgo maravilloso de los Javieres, sobre todo por su portentoso paso del Cristo de las Almas. Era ya muy tarde cuando otra imagen me reconcilió con la Semana Santa. La banda de Tejera tocaba Margot tras la Virgen de los Dolores de Santa Cruz. Era suficiente para compensar la jornada. Por otros ámbitos, El Cerro llegaba a su barrio y San Benito entraba en su templo. Pero la esencia tenía color y aroma en esa marcha a ese paso de la señora de Santa Cruz.

martes, 15 de abril de 2025

Un Lunes Santo roto

No me hubiera gustado estar en el pellejo de los miembros de la junta de gobierno de la Hermandad de las Aguas, que ayer tuvieron que afrontar una situación muy delicada. El colmo del esperpento llegó a su culminación con el paso de Cristo volviéndose en la calle Castelar y el palio saliendo a la calle Dos de Mayo. No cabe mayor ridículo. Sin embargo, solo desde el agobio y la enorme carga de responsabilidad de una situación tan compleja se puede explicar que se llegara a producir esa imagen tan desafortunada. La tarde ya había comenzado a llorar, pero los pronósticos eran terminantes: de ocho a diez de la noche habría más un 80 por ciento de posibilidad de lluvia, como luego así ocurrió.

Antes, el caminante había podido disfrutar de algunas maravillas, como el disciplinado cortejo de San Pablo; la realidad incuestionable de una cofradía esplendorosa como la Redención, que sacó a la Virgen del Rocío con una diadema. Cuando el agua se hizo presente, le colocaron un plástico a la imagen del paso de misterio y otro para cubrir el manto de la señora.

Cuando salió de la Plaza de San Francisco la de Santa Genoveva, estaba muy claro que quedaban minutos para que comenzara la lluvia. El Cautivo por la carrera oficial camina sin su cortejo de mujeres en penitencia, algo que le quita un punto de su idiosincrasia a la cofradía. La hermandad del Tiro de Línea se alojó en la Universidad. La del Polígono, en los Gitanos, mientras que San Gonzalo se quedó en la Catedral. La jornada estaba partida y sentenciada.

A primeras horas de la tarde, San Marta avisó que se quedaba en San Andrés. También la Vera Cruz, Las Penas y El Museo tomaron la decisión acertada. Solo quedó el sainete de Las Aguas, que no merece que haya ensañamiento con su junta, pero lo que ya es inevitable es que haya quedado señalada por su imprudencia. Cómo sería la cosa que la Hermandad le pidió perdón a sus hermanos. Lo deberían haber hecho también para con todos los sevillanos que llegaron a participar en el tremendo desconcierto provocado.

La tarde dio para más. El caminante pudo comprobar cómo ha cambiado la fisonomía del nazareno de nuestros días. La mayoría de los perfiles muestran una zona abdominal prominente cargada a modo de bolsa marsupial llena de bocadillos, caramelos y otras especial. En la zona de los bolsillos asoman los cuellos de botella de los envases con el agua mineral. Son imágenes muy feas, que generalmente se aprecian en cofradías de barrios con largos recorridos, pero que ello no las exime de un mejor comportamiento ético y estético. Por no mencionar el desfile de tatuajes en los brazos que se dejan ver desde hace algún tiempo. Es parte de la libertad individual, pero pienso que estarían más bonitos si estuvieran tapados. Son cosas de la modernidad.

La Redención aceleró y entró en su templo de la calle Santiago en tiempo récord. A las once de la noche, la del Tiro de Línea se lanzó a la calle para volver a su barrio. Por fortuna no se mojaron. Quedan dos Hermandades en templo ajeno que deben volver lo antes posible. Es posible que tengamos cortejos por las calles en la mañana del Jueves Santo.     

lunes, 14 de abril de 2025

Siempre nos quedará la Amargura


Fue un Domingo de Ramos con aspiración de Lunes o Martes Santo. La bulla no se apoderó de una ciudad desorientada con la posibilidad de la lluvia. Había dicho un previsor del tiempo, que son como Rapel en plan meteorólogo, que no saldría ninguna en el primer día. Salieron todas. Los retrasos impusieron un ritmo de poca fluidez, las imprevisiones del Cecop con el arbolado de la plaza del Duque retrasó más a algunas hermandades, que salieron más tarde para evitar unos parones que, sin embargo, sufrieron los cortejos y los asistentes. La jornada acabó bien entrado el lunes Santo, lo que no deja de ser un pequeño desastre. Las sillas desiertas en la carrera oficial fueron el reflejo de que el desarrollo de la jornada fue un cúmulo de improvisaciones.

El núcleo de hermanos de la Amargura por la calle Conde de Torrejón, bajo un prodigioso arco iris, fueron una de las notas cumbres del Domingo. Un reguero de hermanos en perfecta formación pidiendo negro para sus túnicas, pero que de manera gloriosa relucían de blanco. Llegó el misterio, pero estaba la Amargura por desbordar todos los sentidos, acompañada por una magistral Carmen de Salteras. Si será señorial esta cofradía que ni los vendedores de globos la seguían, como si se hubieran percatado de que tanta categoría no cuadraba con la imagen jubilosa del globo de gas.

Porque el domingo de Ramos es jornada de globos y carritos de niños. La medida de los carruajes para infantitos dio la muestra de la afluencia a las calles. Si nos acercábamos al Puente de Triana, ahí no había merma, todo fue expectación, apretones y alegrías. Ahí sí se vendieron globos después del paso de la Estrella. La dolorosa trianera pasó cerca de la dos de la madrugada por el puente ya de vuelta. Son horas imposibles para los fatigados cuerpos que ya estaban en el Parque a las tres de la tarde para asombrarse con la pulcritud inmaculada del palio de la Paz.

La Borriquita salió de nuevo de noche. No es la primera vez que así sucede. Muchos niños ya estaban dormidos con su túnica puesta cuando la rampa del Salvador crujió con el paso de la Entrada en Jerusalén. El contaste brutal fue la llegada del Cristo del Amor, la devoción de mis ancestros, presente en mis aposentos durante mi infancia, el cristo que casi sonríe con la dulzura de la muerte.

Por muchas otras cosas será un Domingo de Ramos para el recuerdo. Entre anécdotas, retrasos y arbustos crecidos, lo que fue inmutable fue el rigor de la Amargura y el Amor. También la alegría de la Hiniesta, San Roque, La Paz, La Cena y el júbilo extremo de la Estrella.