miércoles, 16 de abril de 2014

Prodigios sevillanos

El Martes Santo es un día de prodigios, ya de visiones maravillosas, ya en el aspecto físico. Solo así se puede entender que el cronista alcanzara a ver el paso de misterio de San Esteban en la calle Águilas, se acercara lo más posible al arco ojival de la Iglesia para sentir la salida de la Virgen de los Desamparados y al poco tiempo anduviera entre las filas de los nazarenos del Cerro del Águila por Hernando Colón, todo como paso previo a la llegada a uno de esos centros íntimos de la Semana Santa de Sevilla como es la plaza de la Contratación. Pero no es prodigio de quien escribe, mi compañero Manolo Grosso, junto a Anabel Moreno, anduvo por la misma senda, señal que la Sevilla de primeras horas de la tarde tiene citas ineludibles para el sevillano arraigado en lo más profundo de la ciudad, es decir lo que algunos llaman sevillanos rancios.

Ayer fue un día de bodas de plata. Veinticinco años de la primera salida del Cerro y otros tantos en los que uno acudía a la plaza de la Contratación a presenciar la vuelta del Cristo de la Buena Muerte. Antes era con la luz tenue de la atardecida, ahora con la luz brillante de las cinco en todos los relojes. No importa que vaya o venga, la imponente figura del Cristo de los Estudiantes sigue su senda a ritmo fijo y preciso, rompiendo los esquemas de la bulla, apabullando los sentidos, dejando un rastro de incertidumbre en las entrañas. Rodeado de estudiantes, cientos de ellos con la cruz, la talla de Juan de Mesa lo llena todo hasta dejar reducido a la nada lo que lo rodea.  
 
Decíamos que primero fue San Esteban por Águilas y la Cuesta del Rosario, cuando en lugar se subirla sus pasos lo que hacen es bajarla. Bulla de barrio, desorden ordenado en clara paradoja de cofradía en la calle, niños como seguridad de futuro y muchas madres cerca de la prole. Eso sí que es una penitencia, la de madres que se han cargado de agua y bocadillos, preparados con mimo por la mañana, como lo hizo mi amiga Loli Velázquez, para que su familia sintiera en todo momento el calor de la madre a su lado. Esa es otra penitencia sin papeleta de sitio.
 
En la Alfalfa, sevillanos con etiqueta. En su balcón, Álvaro Pastor que sigue escudriñando rincones de la Sevilla de siempre y disparando fotos sin descanso. Ya ha llegado el misterio de San Esteban la cruz de guía se ha metido en Cuna y la Virgen de los Desamparados no ha salido de San Esteban. Así que el cronista se marcha para ver un ratito al Cerro, que cumple veinticinco años de su salida, aunque el gozo de esta salida no tiene parangón después de quedarse en su templo durante un trienio. Por la calle Hernando Colón dejan la Catedral a un lado, esa misma a la que deberán volver para realizar su estación de penitencia. Abandono y Desamparo, un barrio ensimismado, un canasto de misterio embellecido y mucha devoción.
 
Queda ver a uno de mis iconos preferidos, la Virgen de los Estudiantes, María Santísima de la Angustia, que sale con su palio de crestería a la calle San Fernando para recibir un baño de sol intenso. De ahí, a San Benito. Gozo indescriptible de un Martes al que aún le quedaba el Dulce Nombre. Hay cosas que un sevillano puede contar.

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