lunes, 14 de abril de 2014

Azul y plata

Se llama Esperanza Macarena. Es nazarena de la Hiniesta. A las una media de la tarde, ya con las puertas de San Julián cerradas para el público, estaba en el templo con su túnica blanca. Se situó cerca del palio mirando de frente al Cristo de la Buena Muerte. San Julián estaba en silencio. Algunos hermanos iban y venían con los enseres. Toda precaución es poca para la salida en estación de Penitencia a la Catedral de Sevilla. Esperanza Macarena tenía la mirada fija en el Cristo crucificado. Allí esperaría hasta la hora de salir a la calle.


El tema de conversación en San Julián era el buen tiempo. Tienen motivo para hacerlo. El año pasado salió el primer paso y volvió de forma precipitada al templo cuando arreció la lluvia. En 2012 ninguno de los dos pasos pudo salir. Las ganas eran tremendas. Los hermanos de la Hiniesta querían pasear a la señora restaurada por Pedro Manzano. Este año, nunca hay mal que cien años dure, han disfrutado con el palio azul y plata por las calles sevillanas. Y han podido enseñar las potencias del Señor en la cruz, también un estreno de esta estación de penitencia.

 
La Hiniesta, incrustada en un barrio clásico de Sevilla, pisando ya la Basílica de la Macarena, cerca de San Marcos, es una hermandad con historia. En la visita al tempo, cuando las puertas habían cerrado, se puede gozar de la Hiniesta de Gloria, imagen gótica que es patrona del Ayuntamiento de Sevilla. Por ello,  el alcalde Juan Ignacio Zoido salió de San Julián  y no abandonó el cortejo hasta al final de la carrera oficial.  

 
La banda del Arahal, histórica y pionera, ya suena casi como clásica. Es verdad que sus marchas se han renovado, pero ayer Alma de Dios, esa marcha con aires de zarzuela, donde la escuchó el caminante fue en la equina de Zaragoza con San Pablo. El misterio de Nuestro Padre Jesús Despojado fue llevado de forma primorosa por sus hermanos costaleros. En la vuelta (lo que algunos cursis llaman ahora revirá) sonó Alma de Dios en la interpretación de la Agrupación Virgen de los Reyes. Por fortuna encadenaron tres marchas y todo volvió a la normalidad. La solemnidad de la banda de Moguer tras el palio de María Santísima de los Dolores y Misericordia era otra cosa. No se entiende que Jesús Despojado camine a ritmo de charanga por las calles de Sevilla.

Vuelta a la Alameda. Tengo una cita con Esperanza Macarena. Viene bien, la reconozco con facilidad a pesar del antifaz. Va subida en su cruz penitencial desde hace catorce años: una silla de ruedas. Todas las insignias que lucieron en el altar mayor sobran para ella. Hace catorce años está sentada en un carrito después de un accidente en una moto. Salió por primera vez en la Hiniesta con catorce  años y no ha dejado nunca de salir, andando o en su carro actual. Acompaña al Cristo de la Buena Muerte. La tarde olía a mes de agosto. Este año no habría vuelta precipitada al templo. A pesar de llevar diariamente su cruz a cuestas, Esperanza es una mujer feliz. Me lo dijo el Domingo de Ramos en la calle cuando formaba parte del cortejo de la Hiniesta. 

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