martes, 15 de abril de 2014

Ojos verdes del Polígono


Me la encontré en la calle Tetuán y la miré para verle los ojos verdes. Era cierto, la Virgen del Rosario tiene los ojos verdes, como los tiene su hijo Cautivo que marcha por delante. Y en sus ojos he podido apreciar mucho amor, que no solo se desprende de sus pupilas, sino que se irradia a sus hijos que la acompañan. Al mirarle los ojos verdes se siente uno reconfortado, Es como una brisa alegre sobre un mar en calma que lo cubre todo. La Hermandad del Polígono salió antes del mediodía, el cansancio podía ser natural cuando a las cinco en punto de la tarde el palio se adentraba en la carrera oficial. Pero no había cansancio ni en los mayores ni en los pequeños. Cuánta dignidad me dijo una devota; era algo más que dignidad, era la grandiosa seriedad de una Hermandad en su estación de penitencia dejando en el ambiente un rastro de gran categoría.
 

En su camino, la del Polígono ha lanzado un mensaje de fervor con medida. Todo se puede mejorar, claro está. Por ejemplo, sería bueno que el calzado se uniformara en los penitentes. Había de todo, sandalias, zapatos, mocasines de colores y hasta deportivas. Un verdadero galimatías en los pies de los cofrades. Las plumas de los romanos son el estandarte del misterio. Álvarez Duarte ha dejado lo mejor de su gubia en las imágenes, pero hay que volver a la Dolorosa del Rosario. La banda de la Cruz Roja ha tocado Caridad del Guadalquivir, para luego lanzar a los cuatro vientos la maravillosa Candelaria de Manolo Marvizón, una marcha que gana calidad con el tiempo.

¿Qué puede sentir un maestro al oír su obra en la calle? Fue finalizar la composición y el maestro Marvizón apareció en la Plaza Nueva para ver pasar al Cautivo del Tiro de Línea. La habrá escuchado Manolo mil veces en la calle, pero si ayer no lo hizo cuando la banda de la Cruz Roja se la tocó a la Virgen del Rosario Doloroso, seguro que se ha perdido una de las interpretaciones más delicadas, la que estaba destinada a la Señora de los ojos verdes del Polígono cuando llegaba al centro de la ciudad.

En la plaza Nueva había revuelo de nazarenos de corta edad. También llegan a este punto después de un largo recorrido, el cansancio aparece en unas filas que se desordenan, tal vez demasiado, unos sin el capirote, otros buscando un abanico y otros relamiendo un helado. Todo esto se empequeñece ante la llegada del Cautivo, que me imagino que sigue siendo obra de Paz Vélez. Las mujeres acompañan al Cristo solitario. Todo es devoción, como la de esa hermana que con su mascarilla caminaba para no dejar solo al Señor del Tiro de Línea. Igual que pasó detrás del palio de Nuestra Señora de las Mercedes Coronada. El Lunes Santo tiene mil perfiles, pero nada como el entusiasmo de las Hermandades del Polígono y del Tiro de Línea.

Los barrios dominaron la primera parte de la tarde. La Redención y San Gonzalo fueron fieles a su historia. Todo quedó preparado para las hermandades del centro. Pero en la mente seguía el color verde de unos ojos que llegaron desde el Polígono.

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