viernes, 2 de abril de 2010

Música de la pasión


Día del Amor fraterno y de los carritos de los niños pequeños. Los padres buscan espacios amplios para ver las cofradías y mantener en los carros a los chavales. En la calle Laraña se viven extrañas sensaciones. Es posible que algún día lejano, que muchos no veremos, esa obra de la Encarnación sea un clásico del horizonte sevillano; es posible, dentro de muchos años (si ha finalizado su construcción), pero ahora mismo la vista sufre una impresión dolorosa cuando desfilan los pasos con las setas como telón de fondo.

Entre carritos y setas, llega el Cristo de la Fundación con música de capilla hasta la estatua de Santa Ángela de la Cruz. El paso gira en señal de respeto. A los lejos, con un bullicio desconocido en Jueves Santo, Nuestra Señora de los Ángeles con un acompañamiento musical adecuado, señorial y muy clásico.

Es digno de ser destacado ese detalle de la música en un año que está despertando una notable división de opiniones entre los sevillanos el carácter de las marchas que suenan en las esquinas de la ciudad. La confusión es plena en las bandas de cornetas y tambores y en las Agrupaciones. Algunas marchas no se sostienen, no parecen las más adecuadas para acompañar a los pasos sevillanos. Me dijo ayer alguien una frase expresiva: “Esta marcha es muy buena, recuerda a la música de una película”. De terror, dije para mis adentros. Falta la armonía, el ritmo y la melodía que siempre presidió a estas composiciones. Con las bandas de palio no hay tanta novedad. En el recuerdo, una Quinta Angustia interpretada por la banda de Tejera a Madre de Dios de la Palma.

La Exaltación pasó con buen paso por los aledaños de la Carrera Oficial. Todas las miradas son para el manto de la Virgen de las Lágrimas recién restaurado por Jesús Rosado. El patrimonio de la Semana Santa necesita que se le cuide con esmero, cosa que se hace habitualmente, salvo en ocasiones puntuales.

La cofradía que llega desde Los Remedios, Las Cigarreras, pasa por un enclave bellísimo formado por la calle Barcelona, con naranjos preñados de azahares en flor, y se adentra en la Plaza Nueva por el pasillo que linda con las casas a la altura de Telefónica. Es un lujo en esta tarde plena, sobre todo cuando el palio de la Virgen de la Victoria camina con los sones de Amarguras. Es un punto de cordura en el desbarajuste de las músicas de la pasión en Sevilla. El caminante oye a lo lejos otra agrupación que toca a todo pulmón. Es un galimatías irreconocible. O cambia esto o vamos al caos musical. Todo no vale para tocarlo detrás de un paso.

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