jueves, 1 de abril de 2010

Lágrimas bajo el balcón

Miércoles jubiloso en una ciudad que va y viene con añoranzas. Los rescoldos del Martes Santo le dejaron al paseante recuerdos imborrables que están muy ligados a la música que acompaña a las procesiones. Es preciso ponderar de nuevo a la banda de las Cigarreras, sencillamente prodigiosa tras el misterio de Jesús ante Anás, vulgo La Bofetá, como también a la banda de la Oliva de Salteras tras Nuestra señora del Dulce Nombre. O ese Mater Mea a la Virgen de la Candelaria para ligarla con un Candelaria de Marvizón que la Cruz Roja bordó en Campana.

Pero el Miércoles es el centro de atención. Debe ser algo personal, pero qué gozo supone contemplar a la cofradía de Nervión llegando a la carrera oficial, cuando ya los cuerpos tienen recorridos muchos kilómetros y aún queda por delante otra caminata. El capataz llamó a sus hombres mencionando a la Madre de Consolación. “Vamos a levantar a la de los ojos verdes para que Sevilla la vea”. Y la ciudad se asombró ante tanta belleza en la madre que consuela a su hijo sediento.

No es extraño que los pasos se encaminen en esta jornada a dos cofradías que tienen una especial vinculación con la fiesta torera. San Bernardo llevó de nuevo los aromas antiguos de un barrio que ya no es el mismo, pero que sigue teniendo la impronta de tantos y tantos lidiadores que fueron sus devotos.

De San Bernardo a la calle Adriano. El tiempo parece detenido ante las filas de nazarenos de azul que caminan hacia Pastor y Landero. No quiero verlo pero no puedo dejar de hacerlo. Los pasos me han llevado a un enclave donde este año hay ausencias que duelen a los cofrades del Baratillo. En la confluencia de Adriano con Pastor y Landero, cerca del recuerdo a Florencio Quintero, creador de las Noches del Baratillo, donde antaño estaba una pequeña peluquería, ayer todo eran lágrimas de la familia Palacios, que lloraban a su hermano Luis, el peluquero del barrio, que se ha adelantado en el tiempo para estar con la Piedad.

Dos nazarenos de la Piedad han llorado en silencio al pasar bajo el balcón más señero de Sevilla, el que más sabe del Arenal, el que dio cobijo a la gran señora que se ha marchado con la Caridad. Un año más, la marcha de Fernando Olivares, ha puesto el contrapunto. El balcón aparecía solitario. No quería mirar pero no he podido dejar de hacerlo, como si nada hubiera pasado. Luego, como signo de que todo sigue igual pero distinto, la banda del Carmen ha rendido homenaje a don Pedro Braña al pasar por el antiguo Mercado de Entradores. Se respiraba en el aire de la tarde un olor a puro habano en tarde de toros.

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