viernes, 18 de abril de 2025

La perfección de la Victoria

Salió como antaño de la iglesia de los Terceros, pero no importa de dónde venga, siempre es la perfección bajo palio, una virgen sobrenatural que sorprende y emociona con su semblante ligeramente triste, bello, a veces incluso parece que se percibe una leve sonrisa, en un portento de señora bajo un palio, sin ninguna duda una de las mejores expresiones de esta Sevilla mariana.

Menudo Jueves nos brindó esta Semana Santa. Todo fue clasicismo, seriedad, orden y devoción, desde el paso de Los Negritos, con el impresionante misterio de la Exaltación, la Oración en el Huerto de Montesión, la Quinta Angustia, El Valle y Pasión. Y ella, naturalmente, como el símbolo bajo palio, solemne en su cajón, un modelo de rara perfección.

Fue una jornada redonda. Solo algunos mítines musicales enturbiaron el ambiente. Qué necesidad hay de tocar esas piezas más propias de una película del espacio que de marchas cofrades. ¿Ya no hay bandas de cornetas o agrupaciones forjadas en la ciudad sevillana para importar ejércitos que castigan los oídos con interpretaciones de gusto más que dudoso? Es otro signo de los tiempos.

Me pareció que la ciudad estaba más manejable en la tarde del jueves. Con menos frío y sin amenaza de lluvia, parece que algunos se han marchado de la villa, pero lo más penoso son los deambulantes sin orientación que taponan todos los rincones. O esos incívicos que se sientan en la calzada para impedir el paso de quienes buscan las cofradías. Por no citar a algún nazareno que colocó el cirio para impedir el paso del caminante.

Todo quedó superado por la posibilidad de contemplar de nuevo en las calles a la Virgen de la Victoria, la elegancia de una señora inmensa bajo palio.

jueves, 17 de abril de 2025

El padre de San Bernardo

 


En los foros se discutía sobre el frío o sobre las vallas colocadas en determinados puntos de los recorridos de las procesiones, pero el caminante sintió un profundo escalofrío en la jornada del miércoles Santo con la escena vivida en la Avenida, cuando un nazareno de San Bernardo subió a sus brazos a un pequeño penitente, perfectamente vestido con su capirote colocado, porque con toda seguridad estaba ya agotado y necesitaba unos brazos protectores. Y allí estaba, casi con toda seguridad su padre, que se lo echó a la cintura, mientras el chaval se agarraba a su cuello y se ayudaba de las piernas para no resbalarse. Fue una escena impresionante, que no solo tuvo lugar en una parada del cortejo, sino que una vez ya en camino, el padre del nazareno siguió llevando sobre su cuadril a su vástago cansado.

Que digo yo que sería su hijo, porque eso solo lo hace un padre. Y me preguntaba muchas cosas. Seguro que a la salida de la Catedral estaría la madre esperando para llevarse al jovencito a su casa. Es impensable que nuestro nazareno adulto lo llevara en brazos en todo el recorrido restante. Antes de llevarlo a casa le habría dado un bocadillo y agua para reconfortar su estado físico. Y nuestro nazareno mayor seguiría en su estación de penitencia con la doble satisfacción de haber podido realizar el recorrido en su totalidad y la de haber llevado en sus brazos a su hijo del alma.

¿Y cómo sería la relación de ese padre con ese hijo? Seguro que es un padre atento y cariñoso, pendiente de sus clases y deberes, atento a sus juegos e inquietudes, preocupado por su futuro que se vuelve cada vez más inquietante para todos. Quiero pensar que un gesto tan profundamente amoroso surge de un contexto bien organizado, que ahí tiene que haber una madre entregada para todos, aunque seguro que no solo es ama de casa, sino que también trabaja fuera del hogar.

Pienso cómo será el futuro de ese padre y ese hijo. ¿Será consciente el chaval de los sacrificios que su progenitor hace para aliviar sus incomodidades? ¿Será el muchacho, ya adulto, quien cargará con el cuerpo paterno cuando pasen muchos años y necesite unos brazos de apoyo? ¿Hará lo mismo algún día con un hijo suyo?

El padre de San Bernardo fue mi imagen del miércoles Santo, que entre amenazas de lluvia y un intenso frío nos legó momentos de brillantez suprema, que hoy omito porque sigo impresionado con la escena de un padre cargando con su hijo por la carrera oficial.

miércoles, 16 de abril de 2025

El valor en las cofradías


Se plantea un dilema de complicada resolución. ¿Quién es más valiente, la cofradía que no sale ante la posibilidad de haya lluvia o la que se lanza a la calle sin tener ninguna precaución? A la vista de lo sucedido ayer, Martes Santo de 2025, sigo pensando que es de mayor valor quedarse en casa. Así lo pueden atestiguar los miembros de la Junta de Gobierno de San Esteban, que llegaron a abrir sus puertas para iniciar la estación de penitencia, para inmediatamente cerrarlas y quedarse en el templo. Hubo silbidos contra esa decisión, lo que vuelve a poner de manifiesto que hay un populismo friki que se ha incorporado a la Semana Santa con excesivo protagonismo. Cómo si cerrar las puertas para no salir a las calles fuera producto de un capricho. Es verdad que había entonces menos posibilidades de lluvia, pero aún existía algún riesgo. Eso sí que es valor de verdad.

Si lo de San Esteban, La Candelaria, Los Estudiantes y Dulce Nombre fue valor de verdad, ¿lo del Cerro y San Benito fue una insensatez? A la vista de los resultados finales se podría argüir que no fue así, pero la granizada que le cayó a la cofradía de La Calzada fue más que preocupante. Hay que decirlo sin ambages, lo de San Benito fue temerario, no tanto lo de El Cerro que debe decidir a las doce de la mañana y se lanzó a la calle con la suerte de que la lluvia se hizo presente cuando estaba cerca de la Catedral.

Más complicada era la decisión de los Estudiantes, que, con una salida más tardía y mejores previsiones, optaron por no realizar la estación de penitencia. Si hubieran salido no se habrían mojado, pero optaron por la valentía de no salir. Hay que tener más valor para quedarse en la iglesia que para exponer el patrimonio a las inclemencias del cielo.

De lo vivido ayer me gustaría resaltar la disposición de El Cerro, la siempre magnífica Virgen de la Encarnación, la seriedad de Santa Cruz y el hallazgo maravilloso de los Javieres, sobre todo por su portentoso paso del Cristo de las Almas. Era ya muy tarde cuando otra imagen me reconcilió con la Semana Santa. La banda de Tejera tocaba Margot tras la Virgen de los Dolores de Santa Cruz. Era suficiente para compensar la jornada. Por otros ámbitos, El Cerro llegaba a su barrio y San Benito entraba en su templo. Pero la esencia tenía color y aroma en esa marcha a ese paso de la señora de Santa Cruz.

martes, 15 de abril de 2025

Un Lunes Santo roto

No me hubiera gustado estar en el pellejo de los miembros de la junta de gobierno de la Hermandad de las Aguas, que ayer tuvieron que afrontar una situación muy delicada. El colmo del esperpento llegó a su culminación con el paso de Cristo volviéndose en la calle Castelar y el palio saliendo a la calle Dos de Mayo. No cabe mayor ridículo. Sin embargo, solo desde el agobio y la enorme carga de responsabilidad de una situación tan compleja se puede explicar que se llegara a producir esa imagen tan desafortunada. La tarde ya había comenzado a llorar, pero los pronósticos eran terminantes: de ocho a diez de la noche habría más un 80 por ciento de posibilidad de lluvia, como luego así ocurrió.

Antes, el caminante había podido disfrutar de algunas maravillas, como el disciplinado cortejo de San Pablo; la realidad incuestionable de una cofradía esplendorosa como la Redención, que sacó a la Virgen del Rocío con una diadema. Cuando el agua se hizo presente, le colocaron un plástico a la imagen del paso de misterio y otro para cubrir el manto de la señora.

Cuando salió de la Plaza de San Francisco la de Santa Genoveva, estaba muy claro que quedaban minutos para que comenzara la lluvia. El Cautivo por la carrera oficial camina sin su cortejo de mujeres en penitencia, algo que le quita un punto de su idiosincrasia a la cofradía. La hermandad del Tiro de Línea se alojó en la Universidad. La del Polígono, en los Gitanos, mientras que San Gonzalo se quedó en la Catedral. La jornada estaba partida y sentenciada.

A primeras horas de la tarde, San Marta avisó que se quedaba en San Andrés. También la Vera Cruz, Las Penas y El Museo tomaron la decisión acertada. Solo quedó el sainete de Las Aguas, que no merece que haya ensañamiento con su junta, pero lo que ya es inevitable es que haya quedado señalada por su imprudencia. Cómo sería la cosa que la Hermandad le pidió perdón a sus hermanos. Lo deberían haber hecho también para con todos los sevillanos que llegaron a participar en el tremendo desconcierto provocado.

La tarde dio para más. El caminante pudo comprobar cómo ha cambiado la fisonomía del nazareno de nuestros días. La mayoría de los perfiles muestran una zona abdominal prominente cargada a modo de bolsa marsupial llena de bocadillos, caramelos y otras especial. En la zona de los bolsillos asoman los cuellos de botella de los envases con el agua mineral. Son imágenes muy feas, que generalmente se aprecian en cofradías de barrios con largos recorridos, pero que ello no las exime de un mejor comportamiento ético y estético. Por no mencionar el desfile de tatuajes en los brazos que se dejan ver desde hace algún tiempo. Es parte de la libertad individual, pero pienso que estarían más bonitos si estuvieran tapados. Son cosas de la modernidad.

La Redención aceleró y entró en su templo de la calle Santiago en tiempo récord. A las once de la noche, la del Tiro de Línea se lanzó a la calle para volver a su barrio. Por fortuna no se mojaron. Quedan dos Hermandades en templo ajeno que deben volver lo antes posible. Es posible que tengamos cortejos por las calles en la mañana del Jueves Santo.     

lunes, 14 de abril de 2025

Siempre nos quedará la Amargura


Fue un Domingo de Ramos con aspiración de Lunes o Martes Santo. La bulla no se apoderó de una ciudad desorientada con la posibilidad de la lluvia. Había dicho un previsor del tiempo, que son como Rapel en plan meteorólogo, que no saldría ninguna en el primer día. Salieron todas. Los retrasos impusieron un ritmo de poca fluidez, las imprevisiones del Cecop con el arbolado de la plaza del Duque retrasó más a algunas hermandades, que salieron más tarde para evitar unos parones que, sin embargo, sufrieron los cortejos y los asistentes. La jornada acabó bien entrado el lunes Santo, lo que no deja de ser un pequeño desastre. Las sillas desiertas en la carrera oficial fueron el reflejo de que el desarrollo de la jornada fue un cúmulo de improvisaciones.

El núcleo de hermanos de la Amargura por la calle Conde de Torrejón, bajo un prodigioso arco iris, fueron una de las notas cumbres del Domingo. Un reguero de hermanos en perfecta formación pidiendo negro para sus túnicas, pero que de manera gloriosa relucían de blanco. Llegó el misterio, pero estaba la Amargura por desbordar todos los sentidos, acompañada por una magistral Carmen de Salteras. Si será señorial esta cofradía que ni los vendedores de globos la seguían, como si se hubieran percatado de que tanta categoría no cuadraba con la imagen jubilosa del globo de gas.

Porque el domingo de Ramos es jornada de globos y carritos de niños. La medida de los carruajes para infantitos dio la muestra de la afluencia a las calles. Si nos acercábamos al Puente de Triana, ahí no había merma, todo fue expectación, apretones y alegrías. Ahí sí se vendieron globos después del paso de la Estrella. La dolorosa trianera pasó cerca de la dos de la madrugada por el puente ya de vuelta. Son horas imposibles para los fatigados cuerpos que ya estaban en el Parque a las tres de la tarde para asombrarse con la pulcritud inmaculada del palio de la Paz.

La Borriquita salió de nuevo de noche. No es la primera vez que así sucede. Muchos niños ya estaban dormidos con su túnica puesta cuando la rampa del Salvador crujió con el paso de la Entrada en Jerusalén. El contaste brutal fue la llegada del Cristo del Amor, la devoción de mis ancestros, presente en mis aposentos durante mi infancia, el cristo que casi sonríe con la dulzura de la muerte.

Por muchas otras cosas será un Domingo de Ramos para el recuerdo. Entre anécdotas, retrasos y arbustos crecidos, lo que fue inmutable fue el rigor de la Amargura y el Amor. También la alegría de la Hiniesta, San Roque, La Paz, La Cena y el júbilo extremo de la Estrella.


miércoles, 6 de mayo de 2020

Un día en el paseo



El paseo junto al río es una feria. Nunca había coincidido con tanta gente haciendo deporte. Se supone que las nueve de la mañana es la hora punta para desfogar. Salgo con gorra, gafas de sol y mascarilla. Me hago un selfi para inmortalizar el instante. El paseo es una pasarela de modelos deportivos. También hay diversos tipos de mascarillas. No todos se la han colocado. Los que van en bici y los que corren, por supuesto que no la llevan, pero tampoco muchos que simplemente caminan con desigual entusiasmo. Hay gente para todo. Cuando te cruzas con alguien, o te adelanta un caminante desbocado, algunos se separan los dos metros de rigor. Pero son pocos. Me cruzo con corredores jadeantes y aunque trato de apartarme, no puedo por falta de espacio. Las gotas de Flügge deben volar a discreción camino de alguien con posibilidad de infectarlo. Los ciclistas van charlando en grupo. Casi me ha dado tiempo a saber lo que hará esta tarde alguno de ellos. En una esquina hay un grupo que parlamenta de forma animada. Deben ser convivientes, pienso. Pero no tienen pinta, como tampoco las jóvenes que caminan alegres y confiadas poniendo al día sus vidas después de una temporada sin poder compartir sus penas y alegrías. Poco nos pasa.

El paseo es un pasillo reflejo de la vida. Los patos están asustados, aunque se acercan a la orilla buscando algunas migajas de pan, las mismas que hasta la llegada de la pandemia alguien les ofrecía todos los días para su festín. La primavera casi se nos ha marchado, pero todavía quedan jacarandas en flor. El suelo está plagado de flores azuladas, pero algunos árboles mantienen su vitalidad floreciente en plenitud.

Salvo los que hablan en grupo, nadie conoce a nadie. Y, sin embargo, se palpa un notable grado de confianza mutua. Casi todos se fían de los demás. A las diez, la hora del fin del deporte, el paseo se ha aclarado. Hace mucho calor cuando se supone que llega el turno de los mayores y dependientes. Muchos mayores hacen deporte y ocupan ambos espacios horarios. Si a las diez hace este calor, no quiero ni pensar cómo será la calor de las doce, la hora del recreo infantil. Y los jardines y espacios recreativos, cerrados. Así va el día. La gente quiere vivir como antes, nada de nueva normalidad, fuera mascarillas de por vida, metacrilato por todas partes, aforamiento a mansalva, hartos de darnos con el codo, cansados de la represión de poder abrazar al amigo, alejados de todo aquello que fue nuestro soporte vital desde hace mucho tiempo. Si la nueva normalidad es vivir en una burbuja, mal asunto.

Cuando veo a la gente tratar de hacer las cosas que siempre hizo, me pegunto si están al tanto de que al mismo tiempo los políticos andan jugando con su destino. Pero también pienso en los trabajadores de la sanidad, golpeados de forma inmisericorde porque los han dejado sin ninguna protección, porque se ha actuado de forma chapucera. Vivimos en el país con más sanitarios contagiados de todo el mundo. Está claro que la filosofía es un estado de ánimo, pero que no sirve para frenar pandemias. La gente quiere huir hacia delante. Al mismo tiempo que vuelvo a casa, los políticos andan tirándose los trastos. Solo buscan el voto del futuro. La única estrategia de un político es ganar cuota de poder. La gente seguirá corriendo, montado en bici o caminando, unos con protección y otros sin ella, porque correr y andar es ahora, para casi todos, su mayor parcela de libertad.       

lunes, 20 de abril de 2020

Confinamiento: La Feria y sus frikis


En esta situación excepcional que vivimos lo entendemos casi todo. Bueno, no todo. Hay preguntas sin respuestas. ¿Cuándo se supone que se celebrará la reunión de los hermanos mayores de las Hermandades de Sevilla para decidir el destino del dinero de las sillas? Si esperan a la normalización de la situación nos podemos plantar en la Cuaresma del 2021 y el dinero seguirá rentando en la cuenta del Consejo. Como lo entendemos todo, estoy convencido que la probidad (Asenjo dixit) del Consejo hará que el dinero vuelva a los bolsillos de sus legítimos dueños más pronto que tarde.

Entendemos hasta que haya gente con ganas de Feria. Los que llevamos 37 días sin pisar la calle no captamos la ansiedad que embarga a los que están bien de salud y no podrán pisar este año el Real de Los Remedios. No se entiende bien tantas ganas de juerga cuando han muerto tantos españoles y otros tantos van a sufrir el peso de la crisis en forma de hecatombe económica. Pues nada, a pesar de todo, distintas marcas comerciales de manzanilla están animando al gentío a montar un circo en los domicilios en la noche del alumbrao sin encendido, que debería ocurrir a las doce de la noche del 25 de abril. Cada cual puede hacer de su capa un sayo, se puede tomar todo el pescado frito que se quiera, y mejor si hay un buen marisco, pero eso de jugar con las lucecitas me parece una horterada impropia de esta situación tan horrible que vivimos. 

Entiendo que las bodegas van a perder un dineral, entiendo que algunos tengan ganas de fiesta, entiendo que cada uno pueda hacer en su cada lo que quiera, pero eso de montar una fiesta en los balcones cuando estamos de luto es una nueva cara de este frikismo que nos invade. Nuestro querido Paco Robles, que se va a poner bien, tiene ahí tema para el futuro.     

sábado, 18 de abril de 2020

Confinamiento: Rajoy y Susana, el alivio de la derrota


Esta crisis hubiera desbordado a cualquier gobierno. Nadie estaba preparado para una situación semejante. El problema es que esta pandemia ha llegado cuando nuestros gobernantes estatales no tenían ninguna posibilidad de responder de forma eficiente. El detalle más paradójico de la situación es que el ministerio de Sanidad se lo regaló Sánchez, a última hora, a un filósofo de Cataluña para quedar bien con el equivalente al PSOE catalán, al que llaman PSC. Lo que ha ocurrido es como un castigo del destino. Ha sido una venganza que no hubiera escrito ni el mejor guionista de una película de ciencia ficción o de terror. 

El destino ha sido cruel y se ha cebado con la avaricia de Sánchez. Y aunque nadie podrá saber qué hubiera pasado con otro gobierno, ya él queda marcado en la historia como el presidente que se hundió con la pandemia. De Sánchez ya no se fían ni en su partido. Es un hombre abandonado por muchos, sin ninguna credibilidad por sus mentiras permanentes, entregado a gente sin escrúpulos con los que admitió antes de las elecciones que nunca gobernaría, porque no podría dormir, y cuyo final debería ser la dimisión inmediata, ahora o cuando todo esto pase. Su soberbia no le permitirá quedar como un fracasado, pero a estas alturas la historia ya tiene escritas las líneas de su ineficacia, que ha contribuido a que el número de muertos y contagiados en España sea mayor en que en otros países de nuestro entorno. 

Me acuerdo de Rajoy, vituperado por la televisión del régimen, y del que no se sabe si se saltó el confinamiento ahora o lo emitido ya es antiguo. Si es actual debe ser multado. Lo cierto es que el gallego se ha librado de este conflicto gracias a la moción de censura de Sánchez. Sería interesante conocer lo que dirían los analistas y medios de comunicación si Rajoy fuera el presidente y con los números actuales de la crisis. En algún momento de su soledad, aislado y confundido, Sánchez habrá maldecido el día que asaltó el poder aliado con los enemigos de España. Ahora estaría en la oposición tratando de hundir a Rajoy. Pero le ha cogido al frente de la nave y ha quedado marcado de por vida.

Hay un momento en la historia de España que me parece muy significativo. Fue cuando Sánchez derrotó a Susana Díaz para el cargo de secretario del PSOE. En un proceso simplemente imaginativo, me pregunto: ¿Si Susana hubiera ganado, estaríamos ahora como estamos? Susana no quería saber nada de separatismos ni de terroristas a su lado. Es una elucubración simple. Los políticos son seres que hoy dicen blanco y mañana negro. Es la ambición del poder lo único que les ciega. Pero ahí queda el detalle. Sánchez le ganó a Susana; luego ganó la moción de censura apoyado en los enemigos de España. Montó un gobierno de gente que juró la Constitución y que ahora proclaman que no quieren a Felipe VI. El gobierno más costoso de la historia y con más inútiles. Entre ellos, un ministro de Sanidad que no sabía nada del asunto. Y el virus lo ha descompuesto todo. 

Hay políticos válidos de todos los signos. En el gobierno actual están las señoras Robles y Calviño, que veremos cuánto aguantan, pero que están preparadas y parecen coherentes. Ayer, Rita Maestre, de Podemos, la que se hizo famosa por asaltar la capilla de la Universidad, ha dado una lección al apoyar al alcalde de Madrid, por cierto, toda una revelación. Hay gente que sirve, que puede ayudar, sean del partido que sean, pero la suerte (mala) ha querido que nos toque Sánchez. Rajoy y Susana se han librado. Por cierto, mi paisana, a la que no tengo el gusto de conocer, a la que no seguía en las redes, me ha bloqueado en Twitter. No merezco tanto honor. Debería estar callada, seguir atendiendo a su familia y buscar ya cómo gestionará su futuro lejos de la política. A pesar de su bloqueo, me queda la duda de qué hubiera sido de esta nación si accede a la secretaría del PSOE. Seguro que nos hubiera ido algo mejor. Y el señor Illa no estaría en Sanidad. Dicen que cuando esto acabe el filósofo le va a poner una querella a Sánchez por haberlo nombrado ministro de la pandemia (es broma).  

viernes, 17 de abril de 2020

Confinamiento: La pantomima de los toros sin público



En lo que conozco al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, estoy seguro de que sabe que no habrá Feria en septiembre. Vamos conociendo el plan previsto para otras actividades públicas. Hay quien se aventura a comentar que, hasta marzo de 2021, y con mucha suerte, no volveremos a ser quienes fuimos. La situación del alcalde no es fácil. De un lado está la realidad de la situación. De otro, las presiones de los comerciantes y hosteleros, a los que un evento en septiembre les supondría un pequeño salvavidas. Espadas se pondrá en manos de las autoridades. Sabe que no habrá permiso para concentraciones masivas, pero no quiere echarle un jarro de agua fría a quienes esperan algunas migajas que reduzcan sus pérdidas. Sin embargo, la obligación de un gobernante es la de tomar decisiones valientes y oportunas, aunque no sean del agrado de todos. En el momento que tenga la seguridad de que no será posible esa feria otoñal debe anunciarlo sin demora. Y ya puede hacerlo sin equivocarse.

Para la Fiesta de los toros la situación es catastrófica. Si leen las declaraciones del ministro de Cultura, comprobarán que en su mente la cultura está limitada al cine, teatro, museos, conciertos y poco más. En estas últimas fechas no ha tenido ni una palabra de consuelo para los profesionales y aficionados. El único sector que ha elaborado una petición al ministerio con diez puntos ha sido el taurino, pero no ha sido el sector en su totalidad, sino que quienes se han pronunciado son los ganaderos de la Unión, que han cifrado en 77 millones de euros las pérdidas por este frenazo. No me ha llegado un listado de peticiones de ningún otro ámbito cultural. Saben que serán atendidos y no piden. El toreo, que mantienen la eterna duda sobre si serán atendidos, tiene que pedir a la administración para que no se olviden de ellos.

En esta catástrofe hay muchos damnificados. Movistar, que mantiene un canal privado de toros, es uno de ellos. La noticia de que están pensando ofrecer corridas de toros sin público no es nueva. El presidente de la Fundación del Toro de Lidia, Victorino Martín, se lo ha contado a muchos. Como solución parcheada de la situación podría ser admitida. No va a solucionar nada. El dinero de los toros llega por la vía de la taquilla. Sin público, solo la televisión afrontará los gastos, aunque se supone que el toro lidiado valdrá muy poco y que los matadores disminuirán sus emolumentos. Pero la corrida sin público no es una corrida de toros. Es como matar un toro a puerta cerrada en el campo.

Las plazas elegidas, las ganaderías que podrían lidiar sus reses, los matadores participantes, todo es complicado a la hora de la selección. Y quedaría por ver la aceptación de los abonados al canal, porque podría ser que estas corridas vacías no tuvieran el suficiente tirón para recuperar a los abonados que, con toda lógica, se han fugado. Quedan más dudas. Hay mucha gente implicada y necesaria: empleados de la plaza, médicos, autoridad del palco y callejón, las propias cuadrillas, los músicos, en fin, que son gastos que se antoja complicado afrontar en un espectáculo descafeinado, donde las exigencias serán mínimas, no tendrá ningún valor el tema de los trofeos y la repercusión final, muy escasa. De los críticos ni hablo. Si la corrida se celebra sin público, será también sin críticos, que tendremos que verla por la televisión. Ni poner el sonido ambiente tendrá su encanto. Se supone que solo habrá silencio que se romperá por el jaleo de las cuadrillas o los mozos de espadas ante un muletazo de su torero. Sonido ambiente para no escuchar la retahíla de elogios infundados que suelen acompañar a estas retransmisiones. Una pantomima en toda regla que solo tiene alguna explicación por la posibilidad de salvar algo, muy poco, de la tragedia que ha llegado al mundo de los toros. A veces, lo más digno es afrontar la realidad y no deteriorarla más con estos proyectos.

jueves, 16 de abril de 2020

Confinamiento: Gracias a las ratas contagiosas


Cada vez salgo al balcón al aplauso de las ocho con menos entusiasmo. Entiendo mejor que nadie lo que están sufriendo los sanitarios en estos momentos. Ellos agradecen los aplausos, aunque lo que de verdad hubieran querido son mejores condiciones de trabajo para no representar el sector más castigado por la infección. No hay aplauso suficiente para premiar a los que están en los hospitales exponiendo su propia vida en beneficio de los demás.

Lo de mi entusiasmo decadente viene porque no sé muy bien si salimos a aplaudir por ese motivo o bien lo hacemos porque necesitamos un momento del día para liberar nuestra propia tensión en esta clausura tan poco deseada. Desde mi balcón estoy conociendo a mis vecinos. Es inevitable. Todos nos miramos, sonreímos y hacemos una leve ostentación para que nos vean los demás. Estoy saludando a desconocidos con una satisfacción insólita. Si algún día esto se acaba, lo más probable es que me cruce con ellos y no los reconozca. También puede ocurrir que en este tiempo surjan nuevas amistades. Serán los amigos de balcón en los tiempos del confinamiento. 

El balcón se ha convertido es una pasarela de frikis insoportable. Aumenta por días el número de los que buscan su minuto de gloria, naturalmente con la oportuna grabación y la subida inmediata a las redes. Ese espectáculo forma parte de la cultura, más bien escasa, de este país.  


Lo cierto es que salimos a aplaudir a todos los que están trabajando en primera línea para el bien de los demás. Los primeros son los sanitarios, todos, por supuesto los médicos, pero también los ATS, enfermeras y enfermeros (no sea que la señora Irene Montero nos cierre este blog), celadores(as) y administrativos(as). Pero que nadie olvide a los que trabajan en las farmacias, mercados – esas cajeras(os) que han adquirido rango de personas de un valor incalculable -, empleados de las gasolineras, conductores de transportes de mercancías, los de autobuses del servicio público y la gente de la limpieza. Hay muchos más a los que también aplaudimos. Solo me queda una duda. Me dijo alguien que los del Gobierno se están apoderando del aplauso, como si también ellos estuvieran incluidos en la ovación agradecida. Espero que no sea así, aunque en vista de lo que está sucediendo en cuanto desfachatez, mentiras y el intento de control de la población, no me extrañaría que así fuera. 

Se preguntan algunos cómo será la sociedad que tendremos después de este drama. Hay quien dice que será mejor. Otros apuntan a que será distinta. Y otros pensamos que no hay arreglo posible para una buena parte del género humano, sobre todo cuando comprobamos lo que les ha pasado a algunos de esos trabajadores que están en primera línea de combate y que son el objetivo de nuestros aplausos. Se han multiplicado los casos de recomendaciones a sanitarios – y también a una cajera – para que se vayan de su vivienda porque pueden contagiar a los vecinos. Esa persona que llega destrozada a su casa, que se prepara para no contagiar a su propia familia, y que es rechazada por unos seres despreciables que habitan en su mismo bloque. No hay arreglo posible con este tipo de personas. Seguirán siendo malas personas. 

La culminación más nauseabunda ha sido el caso de la ginecóloga de Barcelona a la que le han pintado el coche con una expresión del más puro odio: rata contagiosa. También le han rajado las ruedas al vehículo. Hay que agarrarse a la mesa y no expresar lo que se merecen ese tipo de individuos (o individuas). Por eso no creo que la sociedad resultante sea mejor. Algunas cartas colocadas en los ascensores estaban firmadas por la propia comunidad de propietarios. Esta es nuestra realidad. En fin, hoy el texto no va de toros. Mañana será el día. Quiero tener fuerzas para seguir saliendo al balcón, pero de verdad que lo siento, porque cada vez tengo menos ganas. El que pintó lo de rata contagiosa seguro que también aplaude para quedar bien ante el bloque. Es una sociedad tan farisea que ni una catástrofe como la que vivimos modifica los miserables instintos de algunos. 

miércoles, 15 de abril de 2020

Confinamiento: Septiembre para ilusos


Asistimos a una ceremonia confusa sobre el tema de la Feria de Sevilla en septiembre. El alcalde Espadas sigue con su intención de hacer algo en otoño, pero el sentido común indica otro escenario más realista. No parece que este año se vayan a permitir concentraciones de la población con la posibilidad de un rebrote – o simplemente con el mismo virus al ataque -, porque eso sería de una gravedad sanitaria incalculable, al tiempo que sería un ejemplo manifiesto de irresponsabilidad. Por otra parte, la población, temerosa y medio arruinada, es más que posible que no tenga el cuerpo para casetas y sevillanas. Debe ser que ahora es más correcto alentar esa feria septembrina que anunciar ya su suspensión definitiva.

Sin casetas y sin caballos no habrá feria taurina. Lo ha dicho el gerente de la empresa Pagés. Es una postura sensata. Ya me dirán qué pinta una corrida de toros el martes 22 de septiembre en la Maestranza, día laborable, sin que haya fiesta en Los Remedios. Ni los ánimos ni los bolsillos van a recuperarse con facilidad de esta tragedia. Para esa fecha se comenta que quizás se pueda salir de casa sin juntarnos con nadie a menos de dos metros. Los caballistas deberán montar sin compañía a la grupa. La copa de manzanilla se consumirá en solitario. Nada de picar todos del mismo plato. Fuera definitivamente lo de meter la cuchara en el aliño uno detrás de otro. Y lo de coger las gambas con las manos del mismo plato no será ni higiénico ni seguro. 

Para volver a la normalidad se tendría que hacer un estudio total de la población, con sus correspondientes test, para saber quién está inmunizado y puede caminar por libre y conocer la capacidad de contagio de cada uno y así evitar que se propague el virus. No me imagino a dos parroquianos bailando sevillanas con una mascarilla en la cara. O que en la plaza de toros haya que sentarse dejando, al menos, un lugar entre los asientos. Media plaza sería como un no hay billetes. Ramón Valencia no querría ni pensarlo.

Pagés devolverá el dinero del abono a los que antes del cierre se hubieran pasado por la taquilla para adquirirlos. Lo anunció y lo hará en el momento que sea posible. También cabría la posibilidad de que se reintegrara el dinero con transferencias a las cuentas de cada cliente. Pagés ha estado más diligente que el Consejo de Hermandades, que tiene un dinero en el banco y que ha cobrado por algo que no ha sucedido. La devolución del importe del abono supone que todos los carteles anunciados quedan suspendidos. Eso quiere decir que, si hubiera toros en septiembre, tampoco estarían vigentes las dos corridas programadas para el 26 y el 27 de septiembre. Ramón Valencia debería confeccionar nuevos carteles, sean los clásicos de sábado y domingo, o los de una semana de toros, lo que me parece casi imposible. 

El golpe para el toreo con esta pandemia será de una magnitud imposible de evaluar en estos momentos. La economía de muchas familias, empresarios, gestores, toreros, ganaderos y trabajadores del sector, se va a tambalear. El mundo de los toros, que genera una cuantiosa aportación a las arcas del estado, no puede quedar al margen de las ayudas. Es un derecho que le corresponde como una parte importante de la actividad cultural en España. Pero los efectos de este drama, que ha sido multiplicado por la incompetencia de nuestros gobernantes, irán más lejos y no solo repercutirán en los bolsillos. La Fiesta de los toros quedará muy resentida cuando todo esto haya pasado. 

Se habla de unidad en el sector para atenuar las consecuencias. Queda bonito, pero sabemos que si algún día hay normalidad los que han desvirtuado y depreciado al toreo van a seguir con su misma actitud de control y mangoneo. Nadie sabe qué significa la unidad. Es maravilloso comprobar cómo en estos momentos se han sucedido los gestos altruistas solidarios de los taurinos. Ya lo sabíamos hace tiempo. Los protagonistas fundamentales, ganaderos y toreros, son los primeros en dar la cara. Pero el entramado que enturbia el futuro seguirá siendo el mismo, los problemas viejos y enquistados no van a cambiar, de forma que solo con un cambio rotundo de mentalidad se podrá inyectar vida a un espectáculo que camina buscando las tablas con media en lo alto. Quisiera pensar que mi pesimismo no tiene ningún fundamento. El tiempo dictará su fallo inapelable.    

miércoles, 17 de abril de 2019

Siempre de frente


Fue Martes Santo para enmarcarlo. Me cuentan que la Hermandad del Dulce Nombre entró en La Campana sin música. Dicen que como protesta. ¿De qué se quejan? Salieron cuando la tarde ya declinaba, volvieron ya de noche. Lucieron como siempre o mejor que nunca. Quizás su salida debería atrasarse un poco porque el parón en La Gavidia fue excesivo. Por lo demás, ¿de qué se queja La Bofetá? Y me comentan una historia de Los Estudiantes que no llego a comprender bien. Se supone que es otra queja. ¿Y de qué se puede quejar la Hermandad de los Estudiantes? Es cierto que salen algo apresurados para que pueda pasar El Cerro por la calle San Fernando, pero su recorrido por el barrio del Arenal, ciertamente algo más largo del habitual, resultó una maravilla. Es posible que haya detalles que se me escapan, pero el caminante cofrade comenta lo que puede presenciar o le comentan voces sensatas. Y lo del Martes Santo fue perfecto. Para ello, la Hermandades hicieron un esfuerzo y cumplieron los horarios con precisión. Es posible que haya algunas cosas que corregir, pero ayer se demostró que el Martes Santo es posible y que lo del Santo Martes fue una experiencia absurda y desnortada.

Lo que hay que corregir, aunque es casi imposible es la educación del pueblo. En las calles de Sevilla no hay mucha más gente que en décadas anteriores, lo que hay es más gente mal educada. Y la falta de educación es la culpable de se contemplen escenas lamentables de suciedad, desorden, gritos sin sentido, manotazos para defender a la hembra que niños de 15 años llevan delante. Por no hablar del nuevo léxico cofrade. Lo de revirá ya no hay quien lo destierre. Desde alguna radio lo pusieron de moda y el palabro se ha quedado instalado para siempre, lo mismo que ‘petalá’ o ‘recogía’. El leguaje pataleado. Ayer escuché algo que para mí es nuevo. Un capataz le dijo a su cuadrilla: ‘No pararse; gateando’. ¿Gateando? Qué es esto. Con lo bonito que es decir: ‘Siempre de frente’. 

En fin, que es mejor mirar para los cortejos y tratar de aislarse de quienes creen que la calle es suya. Menudos cortejos los del Martes. No lo pude ver todo, entre otras cosas porque estas líneas no se pueden escribir sentado en una silla de la Carrera Oficial, pero la Semana Santa de Sevilla es una sucesión de emociones inesperadas. Me fui a ver la del Cerro a la calle Velázquez a las cinco de la tarde. No esperaba nada especial, pero quería observar el nuevo paso del Cristo de la Humildad. Me gustó todo en este paso. La imagen de Miñarro tiene fuerza expresiva. La cruz parece muy grande, pero no desentona.  Pasó el misterio y llegó la dolorosa. Se había comentado que a la salida una paloma se había posado en la corona de la Virgen. Hay fotos del momento. 

La Virgen de los Dolores llegó a esa calle Velázquez y de manera sorprendente de nuevo apareció la magia de la Semana Santa. De un balcón surgió una enorme petalada, allí estaba todo el barrio, los vítores eran clamorosos dirigidos por un hermano a grito pelado. Mucha emoción y un punto de fanatismo. Y me pregunto por qué no puede haber fanatismo cuando por la calle se pasea la Virgen de tus amores. Entre las flores llovidas del cielo, el trabajo de los costaleros, los gritos de júbilo mariano, fue la banda de las Nieves de Olivares la que puso la nota definitiva al interpretar Coronación de Manolo Marvizón. Estaba conmovido. En una calle cualquiera de Sevilla, cuando un palio se mece puede surgir el encanto que solo puede protagonizar un pueblo como el sevillano.

San Esteban es la Hermandad más sacrificada con los cambios. Según se mire, claro. Salió temprano y se recogió casi cuando aún no lo había hecho el sol. Me pareció ejemplar su estación de penitencia y disfruté de la belleza de la Virgen de los Desamparados. 

El nuevo recorrido por el Arenal de Los Estudiantes, ya de noche, me pareció bellísimo. Alguien dirá que el crucificado de Juan de Mesa es tan portentoso al sol como en la noche. Es cierto, pero ha ganado con lo que ayer pude presenciar. Igual que Santa Cruz, a la que pude ver ya de recogida por la plaza del Triunfo antes de entrar en ese rincón maravilloso de la Alcazaba. Cristo en la Alcazaba tocó a Nuestra Señora de los Dolores la banda de Tejera. Esos momentos no tienen precio.


martes, 16 de abril de 2019

La distancia de los años



Conforme se cumplen años, la Semana Santa se presencia a mayor distancia. Hubo un tiempo en el que uno fue cangrejero delante de los pasos, algo que a estas alturas, cuando, como dice el maestro Peris, se empieza a vislumbrar la otra orilla, es casi imposible. Cuando me emplacé en la Plaza Nueva para ver la llegada de la cofradía de Santa Genoveva recordé aquellos tiempos del pasado en los que me ponía delante del Cautivo en Gamazo y no lo soltaba hasta llegar a Tetuán. Pero los años exigen distancia, como a los buenos toreros, y ahora la visión es distinta, ni mejor ni peor, simplemente diferente. El Cautivo apareció como siempre: impresionante, con las mujeres del barrio detrás, con un exorno floral exuberante y extraño y la banda de La Pasión de Linares tocando por primera vez en Sevilla. Buena banda. Lo que pude escuchar me pareció muy bueno. Y lo mejor es que su repertorio fue clásico en todo momento.

Todo se ha transformado. Se piensa que las sillitas las utilizan las personas mayores. Craso error. En las caminatas de la Semana Santa pude ver a chavales de menos de 20 años apostados en las sillitas plegables esperando las llegadas de los pasos. Una chavalería con pinta de derrota a las cinco de la tarde. Otra juventud distinta es la que se concentra por las noches en la calle Moratín, todos ellos con corbata, para beber en comunidad  en una botellona indecorosa. Debe ser el signo de los tiempos.

Santa Marta conmueve en cualquier punto del recorrido. Una inmensa legión de monaguillos precede al traslado al sepulcro. La belleza de la Santa y las sábanas blancas producen una sensación especial. Se me escapó el Polígono y apenas pude ver a la Virgen muy de lejos. Había pasado por la Campana cuando casi ni estaban colocadas las sillas. Adiviné en la distancia los ojos verdes de la señora.

Así estaba la tarde cuando la alarma del móvil soltó la noticia del incendio en Notre Dame de Paris. Todo el mundo se miraba al conocer lo que ocurría en la capital de Francia.  Incredulidad y dolor. Que un templo cristiano tan señalado arda en llamas en plena Semana Santa debe ser una señal de algo que se nos escapa.

Pero se imponía seguir la tarde y llegaba San Gonzalo. Ejemplar y multitudinaria estación de penitencia la de la Hermandad trianera. El misterio voló de forma primorosa por las calles de Sevilla. 

El caminante necesitaba ver al Cristo de Vera Cruz. Seriedad y sobriedad en un conjunto severo, cuatro hachones verdes en las esquinas, dos angelotes que sostienen los faroles y una imagen que sobrecogedora en la penumbra de la tarde. Toma tu Cruz y sígueme, cantaba un coro. 

Pasaron Las Penas y las Aguas. Me quedaba solo buscar a la Virgen de las Aguas del Museo para deslumbrarme con el blanco nacarado del tul de su tocado. Me quité años de encima y me puse delante de su paso, como en tiempos ya hacía por Tetuán una vez pasada la puerta del Ayuntamiento, a los sones de Amarguras, para contemplar con deleite la belleza  indescriptible del rostro de la Virgen.  El Lunes Santo puede empezar de muchas formas, pero solo puede acabar mirando la cara de esta dolorosa.  


lunes, 15 de abril de 2019

Amarguras del Domingo de Ramos



El tórrido sol veraniego no frena las ansias del caminante en una jornada tan especial como la del Domingo de Ramos. He acompañado en buena parte de ella a una pequeña de inmensos ojos azules. La he visto alborozarse ante un palio, he creído ver que tocaba las palmas de emoción ante los sones de una banda; es posible que haya sino una enajenación, pero pienso que ahí hay madera cofrade. La genética parece que funcionará. Por mi parte, como le escuché a un sacerdote en la Magdalena, intento subirme a cada paso cuyo discurrir presencio por las calles. Y nunca dejo de observar a la gente.

En la calle San Pablo he vuelto a  presenciar el cortejo de Jesús Despojado. La cofradía ha envuelto todo el día al barrio del Arenal. La Hermandad ha ganado presencia. Solo una objeción: ¿es necesario que la Agrupación Virgen de los Reyes que acompaña al misterio ataque esas marchas tan extrañas? Mira que hay marchas de cornetas y tambores. Por no hablar de los xilófonos.

Al final de Correduría, ante de llegar a la Alameda, he visto pasar a la cofradía de la Hiniesta desde un balcón privilegiado. Con mis manos podría haber tocado la del Cristo de la Buena Muerte. Delante del palio caminaba la representación municipal. El alcalde, Juan Espadas, ha mirado al balcón y me ha saludado. Espadas tiene cara de buena persona. También me ha saludado Juan Carlos Cabrera, el concejal de Fiestas Mayores, que también tiene cara de buena gente. El de Fiestas Mayores es uno de los cargos más agradecidos del Ayuntamiento. Casi todos los que lo han ostentado han recogido el afecto de la mayoría de los sevillanos.

Me han saludado el alcalde y el concejal. Me ha llegado mi dosis de vanidad y se lo he contado a mis acompañantes. ¡Me ha saludado el alcalde! La gente que me escucha sonríe con una mezcla de incredulidad e indiferencia. Los otros representantes municipales no me han saludado. Al de la izquierda no lo conozco. Al de la derecha, sí. No ha mirado al balcón.


He ido a ver a la Estrella a la salida del Puente de Triana antes de llegar a Reyes Católicos. Mucha gente y mucho tiempo de espera. Busco imágenes a mi alrededor. Cuando el Señor de la Penas ya se acerca, entre los bosques humanos descubro un señor que se mueve en un carrito a impulsos de sus fuertes brazos. Va de un lado a otro tratando de encontrar el mejor sitio para poder ver al Cristo trianero que viene rezando. No le ayuda nadie en su penosa tarea. Ni yo mismo me he acercado a prestarle mis brazos para llevarlo al sitio elegido. Al final ha encontrado el lugar idóneo para presenciar el paso del misterio. Mis ojos van del Señor de las Penas a este señor que está sentado en una silla de ruedas. He creído ver que sus labios musitaban algunas palabras. He vuelto a mirar a Jesús en su angustiosa espera. El hombre no parpadea. Cuando el paso se ha alejado, lo he buscado en la marabunta de carritos de bebés. Ya se ha marchado. Se desliza a impulsos de sus brazos por la calle Arjona. Quiero pensar que había podido rezar su oración. Me queda la pena de no haberme acercado a prestarle mis brazos.

Nunca estuvo el Paseo de Colón tan atestado como ayer cuando ya pasó el palio de la Estrella por el cruce a la salida del puente. Tras la Virgen que mejor llora en Sevilla, la  que nos habla con sus manos, la banda de la Oliva se estrena a sí misma en sus más de cien años de existencia con una directora, Amadora Mercado, que es presente y realidad para una banda histórica.

Por el Paseo de Colón observo a un niño pequeño, apenas cuatro o cinco años, que camina junto a sus padres, agarrado al carrito en el que duerme su pequeña hermana. De pronto se ha parado. Se agacha, espera unos segundos, le oigo decir ¡a esta es! y da un salto de ‘levantá’ gloriosa. Sigue su camino meciendo su cuerpo como si fuera un costalero de Sevilla. Estas cosas nos animan a seguir con esperanza mirando al futuro.

Todavía ha dado tiempo para ver a La Paz bajando por San Gregorio. Hay que pasar por el control de avituallamiento porque la jornada tiene dos citas ineludibles. El Cristo del Amor, como todos los años. Durante toda mi vida he tenido en mi retina su rostro en la imagen que coronaba una habitación de mi domicilio familiar. Conozco cada pliegue de su rostro. Nunca la muerte se plasmó con más dulzura. Amor a raudales.

Tenía que ver a toda costa a la Amargura. Por ser quien es y porque se estrenaba la banda del Carmen de Salteras, la misma que en la Madrugá rompe moldes tras la Macarena, pero que en esta ocasión interpreta marchas fúnebres. Solo me quedó irme a San Juan de la Palma a ver la entrada. Muy tarde. El cuerpo estaba dolorido. Entró el Señor. Llegó la Virgen y sonó Virgen del Valle. Ya a punto de entrar los compases de Amarguras se adueñaron de la plaza. El palio ya había entrado, la marcha no había terminado, pero la banda siguió tocando hasta el último acorde. Todo era silencio. La marcha culminó cuando ya las puertas se habían cerrado. No cabe más señorío y delicadeza en una banda con una marcha centenaria. Hay aplausos a la banda, seguro que Juanillo el de la Palma también las tocaba, y yo mismo, como me he subido al palio y he entrado en el templo, la emoción también me embarga al haber podido escuchar la marcha de las marchas, de principio hasta el final, tocada de forma magistral por la banda del Carmen de Salteras. Así se cerró un nuevo Domingo  de Ramos para mayor gloria de Sevilla y de los sevillanos.

sábado, 13 de abril de 2019

Charo Padilla, la emoción del pregón de los humildes



La periodista Charo Padilla subió al atril del teatro de la Maestranza para dictar un pregón de la Semana Santa histórico. La expectación que se había creado ante el primer pregón de una mujer se vio superada por la realidad de un canto salido de lo más profundo del alma dedicado a los más humildes, a esas personas sencillas que son también los protagonistas de la Semana Santa. Con su micrófono en mano, llenó de vivencias emocionantes su disertación, contado con la tranquilidad de quien todos los años pronuncia su pregón en la radio, con la seguridad de que su canto a los seres anónimos de la Semana Santa llegaría a todos con claridad meridiana. Sin versos ripiosos, con la verdad de lo vivido y contado, la pregonera le dio pellizcos al corazón de Sevilla, que la escuchó con la ansiedad de su estreno como mujer en el cargo, pero que acabó llorando con ella tras una alocución cargada de escenas cotidianas. Fue un pregón de barrio, de cofradías cerca de los suyos, alejado de carreras oficiales y de palcos. Fue el pregón de una reportera con su verdad a cuestas.

Se repitieron los ritos. Allí estaba el escenario con las fuerzas vivas de la ciudad cual tribunal inquisitorio, la música de la Semana Santa a cargo de la banda Municipal con Madre Hiniesta por delante, obra del marido de la pregonera Manolo Marvizón, la presentación exacta y señorial de Juan Carlos Cabrera, el delegado de Fiestas Mayores, y los sones de Amarguras cuando se cumplen cien años de su presentación.

Cuando llegó el momento, Charo Padilla avanzó los escasos metros desde su sillón al atril para pedir la venia a Sevilla. Sació su sed con un jarrillo metálico, como no podía ser de otra forma. En la venia ya avanzó el meollo de su pregón. Su Semana Santa es la historia de 30 años con un micrófono contando lo que está viendo y lo que siente. Eso fue lo que hizo. “Te pido la venia Sevilla para contarte lo que ya sabes”.

Recordó a su madre cuando la llevaba a ver la Macarena a la Basílica. Con una sonrisa entrecortada y un escalofrío profundo, Charo se enjuagó la boca con el agua. Después llegó la inmensidad del recuerdo a los cofrades del Polígono Sur, en especial a los componentes de la banda de Santa María de la Esperanza. Reclamó a la Sevilla oficial que tengan en cuenta el esfuerzo y la ilusión de un puñado de chavales que buscan un mundo mejor. Era su presentación. Nada de misticismos, ni algaradas en La Campana, en directo para cantar a un barrio humilde como el Polígono Sur. Fue toda una declaración de intenciones.

A continuación dedicó su recuerdo a Carmen Medina ’La Maja’, cuya  madre murió sin poder salir de nazarena en la Esperanza de Triana, algo que ha conseguido su hija, “Alfarera pura, Triana eterna, Sevilla es fuerte en la fe”, exclamó Charo con una cita de San Juan Pablo II. Carmen, allí presente con sus 85 años, sintió el dolor de la muerte de un hijo el año pasado y contaba Padilla que “no tuvo fuerzas de asomarse al balcón cuando pasaba la Esperanza”. Le pidió que este año se levantara, que su hijo tiene preparada una petalada  de flores desde el cielo.

Se fue a la Redención, donde Manolo Marvizón le pidió la mano a en matrimonio a su hermano. Manolo Marvizón que ligaba con Charo al tiempo que le ayudaba: “Tira cable, Manolo”. Y Manolo logró el sí de Charo con el simbolismo de una hermandad detrás, como les ocurre a tantos sevillanos. “En Sevilla vivimos por y para la Semana Santa”. A estas alturas ya hablaba la reportera de la calle, la que con su palabra ha llevado la Semana Santa a los confines más alejados del mundo, “aunque me he dejado en el tintero las mejores entrevistas”. Rememoró a los familiares ausentes, “que en un semana volveremos a sentir que siguen con nosotros”. 

Tuvo recuerdos para los suyos. Y así surgió el “yo me curo” de Valentín García. Sus compañeros de otras emisoras, como Elena Carazo o Gloria Gamito, antes de contar con entrega y verdad la realidad del Cerro. Aquí el pregón subió a los cielos cuando habló  de la humildad y la sencillez. “El mejor palco son las mueres del Cerro; en ellas está la verdad. Dios hace crecer mi fe cada Martes Santo”.

Con la Hiniesta llegó el momento de cantar a la familia. De abuelos a nietos, la pregonera desgranó sus recuerdos en San Julián, la túnica de la Hermandad que visten sus hijos, para acabar con un canto maravilloso a las madres que salen con sus retoños en su vientre. “Las madres de Sevilla tienen el privilegio de parir a los nazarenos sevillanos”.

Durante el pregón se escuchó el paso racheado de los costaleros cuando Charo se adentró en los sonidos de la Semana Santa. Sin embargo, la culminación de su palabra tenía todavía otra conexión pendiente con la Macarena. Sonaron de fondo la mayoría de las marchas dedicadas a la Señora de San Gil, mientras Charo transportaba al auditorio  a la mañana del Viernes Santo en la Resolana. Y como si Fran López de Paz le hubiera dado paso, la pregonera lo contó como sabe: “Ahí llega, rodeada por el calor del pueblo que siempre arropa a la Esperanza. Me empujan, resisto. Me empujan, no importa. Me empujan, me dejo llevar”. Y sentenció: “La Macarena es el tiempo que nunca pasa, el tiempo que se detiene, el tiempo que vuelve”.

Hubo tiempo para más cosas. Me preguntaba yo ¿y qué dirás de la mía?, rememorando otro pregón. Y llegó el momento de entrar en los vericuetos de historias sencillas de gente normal para mencionarlas a todas. Nombró a sus compañeros en la radio, se acordó de Rafa Serna y Fernando Carrasco. Todo un caudal de sentimientos.

“Yo soy Charo Padilla, la de Canal Sur, nada más”, dijo con los brazos abiertos. “Soy una mujer que ha tenido el honor de contar su Semana Santa a todos”, exclamó cuando ya las lágrimas le regaban las mejillas. El teatro estaba roto de la emoción. “Me hubiera gustado traer aquí hoy la noticia del autor de la Macarena, pero no he podido”. “Solo soy una mujer que se siente orgullosa de haber nacido en Sevilla”. Y remató con "Sevilla es una cara morena a la que mi madre le rezó"

En 84 minutos la reportera Charo Padilla había cantado su Semana Santa con un pregón histórico huyendo de los consabidos versos de siempre y de la prosa retorcida. A tumba abierta, con el micrófono en su mano, fue el pregón de su verdad, que resultó que fue la verdad de todos.

Fotografía: Diego Lobato