En los foros se discutía sobre el frío o sobre las vallas
colocadas en determinados puntos de los recorridos de las procesiones, pero el
caminante sintió un profundo escalofrío en la jornada del miércoles Santo con
la escena vivida en la Avenida, cuando un nazareno de San Bernardo subió a sus
brazos a un pequeño penitente, perfectamente vestido con su capirote colocado,
porque con toda seguridad estaba ya agotado y necesitaba unos brazos protectores.
Y allí estaba, casi con toda seguridad su padre, que se lo echó a la cintura,
mientras el chaval se agarraba a su cuello y se ayudaba de las piernas para no
resbalarse. Fue una escena impresionante, que no solo tuvo lugar en una parada
del cortejo, sino que una vez ya en camino, el padre del nazareno siguió
llevando sobre su cuadril a su vástago cansado.
Que digo yo que sería su hijo, porque eso solo lo hace un
padre. Y me preguntaba muchas cosas. Seguro que a la salida de la Catedral
estaría la madre esperando para llevarse al jovencito a su casa. Es impensable
que nuestro nazareno adulto lo llevara en brazos en todo el recorrido restante.
Antes de llevarlo a casa le habría dado un bocadillo y agua para reconfortar su
estado físico. Y nuestro nazareno mayor seguiría en su estación de penitencia
con la doble satisfacción de haber podido realizar el recorrido en su totalidad
y la de haber llevado en sus brazos a su hijo del alma.
¿Y cómo sería la relación de ese padre con ese hijo? Seguro
que es un padre atento y cariñoso, pendiente de sus clases y deberes, atento a
sus juegos e inquietudes, preocupado por su futuro que se vuelve cada vez más
inquietante para todos. Quiero pensar que un gesto tan profundamente amoroso
surge de un contexto bien organizado, que ahí tiene que haber una madre
entregada para todos, aunque seguro que no solo es ama de casa, sino que
también trabaja fuera del hogar.
Pienso cómo será el futuro de ese padre y ese hijo. ¿Será consciente el chaval de los sacrificios que su progenitor hace para aliviar sus incomodidades? ¿Será el muchacho, ya adulto, quien cargará con el cuerpo paterno cuando pasen muchos años y necesite unos brazos de apoyo? ¿Hará lo mismo algún día con un hijo suyo?
El padre de San Bernardo fue mi imagen del miércoles Santo,
que entre amenazas de lluvia y un intenso frío nos legó momentos de brillantez suprema,
que hoy omito porque sigo impresionado con la escena de un padre cargando con
su hijo por la carrera oficial.
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