Será el calor, será el cansancio, será lo que sea, pero las calles de la ciudad se despoblaron de las masas para dejar a quienes buscaban el momento de la emoción más personal en cualquier calle o rincón de la urbe. Algunos dicen que la gente se ha ido a la playa porque el tiempo es muy bueno. Y me pregunto que dónde están los que consumen la mercadotecnia de la Semana Santa durante todo el año, que ahora que llegan jornadas como la del Jueves Santo dejan la ciudad al alcance de unos cuantos sevillanos. Mejor así. La experiencia de volver a seguir el palio de la Virgen de la Victoria por Temprado hasta El Postigo supera todos los programas de televisión y las cientos de páginas que nos acribillan durante el resto del año.
Todo es tan perfecto en el palio que los sentidos quedan paralizados y deslumbrados ante tanta belleza. Es el propio palio de cajón, donde el paso de los años refleja la solera de una corporación diferente. Es el exorno floral, la orfebrería, los faldones con el escudo real, el manto, todo es una sucesión de gozos que rodean a la Señora de Las Cigarreras.
Sonaba La Sagrada Lanzada, una joya de la Semana Santa más antigua, compuesta por Manuel Font, el padre de Font de Anta, cuando las miradas se concentraban en la Virgen más serena de las que salen en nuestra Semana Mayor. Es su palidez moderada, es la tristeza de una expresión que en el sufrimiento quiere mandar consuelo, es ese surco de ojeras que más que venir del llanto parecen que llegan del dolor contenido de ver al pueblo a su alrededor. Es la Victoria para paladares del mejor gusto. Es la Victoria para una Sevilla con pocos sevillanos. Ahí se rompen los esquemas. Una joya que fue mecida por las calles de la ciudad sin ningún tipo de algarabía, tampoco había bullas ni empujones, fue placentero en una tarde en la se volvió a poner de manifiesto con claridad meridiana lo que es el palio de una virgen dolorosa.
Había pasado el misterio de la Sagrada Columna y Azotes con esos sayones con túnicas y plumas negras que no acaban de gustar a todo el mundo. En El Postigo, la banda de Las Cigarreras tocó La Carretería. En las filas de nazarenos, señal de que el buen gusto llega a todas partes, caminaba un joven chaval de Madrid con su cirio doblado por los efectos del calor acompañado por sus padres Laura y Eduardo, que no quieren que el muchacho pierda los vínculos de la ciudad materna.
Los Negritos bajaron a la Carrera Oficial por la Cuesta del Rosario. Este cambio es una buena noticia para la Hermandad porque es un camino más cofrade. A la carrera se pierde el palio de la Virgen de las Lágrimas por Orfila, luego ya en la Alameda la tarde se vino arriba con el calor del pueblo arropando a Montesión. Fue un Jueves más tranquilo que otras jornadas. La Quinta Angustia, El Valle y Pasión, palabras mayores, cerraron la antesala de la gloria de la Madrugá.
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