Como no puedo contarlo porque sucedió pasada la medianoche, debo contarles que me fui un año más a ver El Museo por el Andén del Ayuntamiento, lo mismo que hacía cuando era un chiquillo. Todos los años el nazareno andante hace le propósito de cambiar los itinerarios, pero al final vuelve siempre a los mismos escenarios. Y cuando escucha Amarguras varias veces en la chicotá eterna delante de la Casa Mayor se siente reconfortado, piensa lo que se hubiera pedido si no asiste a la cita de todos los años y se promete que en otra ocasión habrá de acudir a ver otra cosa, por mucho que al final acabe siempre en el mismo sitio.
La tarde nos llevó pronto al ver Santa Genoveva a la salida del Parque, el Cautivo por el foso de la Universidad y la Virgen perdida en la maleza del Parque. La cofradía a esas alturas marchaba desmantelada. El diputado de un tramo con tres o cuatro nazarenos, que portaban dos o tres cirios, se esforzaba para poner cordura al asunto: “Vamos a caminar con pausa, que media cofradía está en el servicio”. La calle Palos de la Frontera es la cruz de esta cofradía. El Cautivo la cubrió en dos chicotás a marcha de tambores. Detrás del Señor caminan las mujeres, todas juntas, mirando al Cautivo. El calor africano les ha llenado la cara de sudor que se mezclan con lágrimas. Cien mujeres, y algunos hombres entre ellas, caminan detrás del Cautivo. No pierden la compostura ni necesitan desmantelar sus filas para ir al servicio. Reconozco a una de ellas, me mira y trata de esbozar una sonrisa. Me acerco y le pregunto cómo va la procesión. “Bien”, dice con voz entrecortada. Le pregunto si ha visto al Rey en la Plaza de España y contesta: “Mi Rey del Lunes Santo es el que llevo aquí delante”. Y sigue caminando detrás del Señor.
Si mérito tiene la de Santa Genoveva, qué se puede decir de la del Polígono. Por la calle Tetuán se dirige a la Carrera Oficial el otro Cautivo de la tarde del Lunes, que también lleva mujeres detrás del misterio. La cuadrilla de Zambrano se esmera en lucirse, todo es un esfuerzo ímprobo, cuánto mérito tienen estas Hermandades de los barrios.
Se puede llegar a ver el paso del misterio de la Redención delante de la capital de Los Panaderos en la calle Orfila. Es como una disputa de olivos. Dentro, en el misterio del Prendimiento, otro olivo contempla el paso del que lleva este misterio del Beso de Judas. Asoma la Virgen del Rocío por Laraña. Aún leva el manto sin bordar pero será por poco tiempo. El año venidero lucirá uno de estreno. La banda de Olivares de Las Nieves toca de seguido Virgen de los Negritos, de Pedro Morales, y Esperanza de Triana, de Farfán, es decir, canela pura en marchas procesionales.
Ya en la Campana todo se vuelve intenso. En el palquillo está Felipe VI. Pasa la Virgen del Rocío. Canta Manolo Cuevas, el de Osuna, una saeta inmensa que finaliza con aquello de “y viene a verte hasta el Rey de España”. Todo se viene abajo. En medio de la algarabía pienso por dónde andarán ahora las mujeres del Cautivo.
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