Me la encontré en la calle Tetuán y la miré para verle los ojos
verdes. Era cierto, la Virgen del Rosario tiene los ojos verdes, como los tiene
su hijo Cautivo que marcha por delante. Y en sus ojos he podido apreciar mucho
amor, que no solo se desprende de sus pupilas, sino que se irradia a sus hijos
que la acompañan. Al
mirarle los ojos verdes se siente uno reconfortado, Es como una brisa alegre
sobre un mar en calma que lo cubre todo. La Hermandad del Polígono salió antes
del mediodía, el cansancio podía ser natural cuando a las cinco en punto de la
tarde el palio se adentraba en la carrera oficial. Pero no había cansancio ni
en los mayores ni en los pequeños. Cuánta dignidad me dijo una devota; era algo
más que dignidad, era la grandiosa seriedad de una Hermandad en su estación de
penitencia dejando en el ambiente un rastro de gran categoría.
En su camino, la del Polígono ha lanzado un mensaje de fervor con
medida. Todo se puede mejorar, claro está. Por ejemplo, sería bueno que el
calzado se uniformara en los penitentes. Había de todo, sandalias, zapatos,
mocasines de colores y hasta deportivas. Un verdadero galimatías en los pies de
los cofrades. Las plumas de los romanos son el estandarte del misterio. Álvarez
Duarte ha dejado lo mejor de su gubia en las imágenes, pero hay que volver a la
Dolorosa del Rosario. La banda de la Cruz Roja ha tocado Caridad del Guadalquivir,
para luego lanzar a los cuatro vientos la maravillosa Candelaria
de Manolo Marvizón, una marcha que gana calidad con el tiempo.
¿Qué puede sentir un maestro al oír su obra en la calle? Fue
finalizar la composición y el maestro Marvizón apareció en la Plaza Nueva para ver
pasar al Cautivo del Tiro de Línea. La habrá escuchado Manolo mil veces en la
calle, pero si ayer no lo hizo cuando la banda de la Cruz Roja se la tocó a
la Virgen del Rosario Doloroso, seguro que se ha perdido una de las
interpretaciones más delicadas, la que estaba destinada a la Señora de los ojos
verdes del Polígono cuando llegaba al centro de la ciudad.
En la
plaza Nueva había revuelo de nazarenos de corta edad. También
llegan a este punto después de un largo recorrido, el cansancio aparece en unas
filas que se desordenan, tal vez demasiado, unos sin el capirote, otros
buscando un abanico y otros relamiendo un helado. Todo esto se empequeñece ante
la llegada del Cautivo, que me imagino que sigue siendo obra de Paz Vélez. Las
mujeres acompañan al Cristo solitario. Todo es devoción, como la de esa hermana
que con su mascarilla caminaba para no dejar solo al Señor del Tiro de Línea.
Igual que pasó detrás del palio de Nuestra Señora de las Mercedes Coronada. El
Lunes Santo tiene mil perfiles, pero nada como el entusiasmo de las Hermandades
del Polígono y del Tiro de Línea.
Los barrios dominaron la primera parte de la tarde. La Redención
y San Gonzalo fueron fieles a su historia. Todo quedó preparado para las
hermandades del centro. Pero en la mente seguía el color verde de unos ojos que
llegaron desde el Polígono.
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