La Semana Santa de Sevilla es el gran acontecimiento religioso de la capital de Andalucía. La colosal representación sobre el escenario de una ciudad volcada en sus cofradías ha sido objeto de estudio desde muy distintos ángulos, lo cual ha generado una multitud de opiniones contrapuestas. La realidad es que desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección, Sevilla es una ciudad transformada que vive con auténtica pasión los acontecimientos que se desarrollan en sus calles. La de Sevilla es el prototipo de la Semana Santa de Andalucía, en clara contraposición a la austeridad y el recogimiento de otras celebraciones donde los desfiles y el comportamiento del pueblo son muy diferentes.
La Semana Santa de Sevilla se puede analizar desde la
frialdad de los números. Con esa visión objetiva, el fenómeno de estos días
puede quedar reducido a una fiesta donde a su reclamo se disparan múltiples
economías, algo que en estos tiempos se recibe como un maná del cielo. Sin
embargo, no conviene perder de vista que se trata de una celebración religiosa
de la Iglesia católica, y que su origen y desarrollo posterior ha estado unido
a la fe de un pueblo. Este aspecto es muy controvertido. El sevillano vive con
fervor su Semana Santa mientras que su participación en los cultos religiosos
durante el resto del año es muy escasa. De esta forma, el 70% de la población
de Sevilla y su provincia se declaran católicos, aunque solo el 25% acuden a la
misa dominical, un precepto que deben cumplir los creyentes.
Los cortejos procesionales reúnen a casi 70.000 personas,
entre nazarenos, costaleros, servidores y músicos. El aumento ha sido muy
considerable en los últimos años. Se ha tratado de explicar con la irrupción de
la mujer en la filas de penitentes, el crecimiento de las bandas de música y a la propia explosión popular de
los desfiles procesionales. Sevilla se convierte en el escenario de una
impresionante manifestación en torno a las cofradías, donde son tan relevantes
los que desfilan en los cortejos como los que presencian las procesiones en las
calles.
Las Hermandades sevillanas, de origen devocional, fundadas
muchas de ellas en conventos, otras muchas asociadas a gremios, se nutren en la
actualidad de hermanos que llegan bien por tradición familiar o por el fervor a
algunas corporaciones de barrio que han subido su nómina de manera sorprendente.
Han crecido las hermandades de barrio, como San Benito, la Redención o San Gonzalo, se
mantienen las clásicas del centro. Hay una Semana Santa clásica, tal vez más
íntima y recogida, y otra más popular.
Economía
La Semana Santa sevillana son los pasos en las calle y
quienes abarrotan todos los rincones de la ciudad en busca de emociones. La
misma Carrera Oficial, que es el trayecto que comienza en La Campana y finaliza
en la Catedral, se puebla de sillas que se disputan con ardor. Estas sillas,
controladas por el Consejo de Hermandades y Cofradías, se venden y se revenden
a precios cada año más elevados. Este año se ha conocido un nuevo ardid en
busca de dinero en el alquiler ilegal de balcones en la calle Sierpes. Es un
reclamo turístico de primer orden. Se ha valorado en 300 millones de euros en
impacto económico de la Semana Santa en la ciudad.
El pregonero de este año, el periodista Alberto García
Reyes, matizó de manera enérgica que la Semana Santa es una manifestación
religiosa y que nada tiene sentido si no se antepone por delante que es el
mismo Dios quien se pasea por las calles. Así fue durante muchos años desde sus
orígenes, pero la realidad es que se viven tiempos de una explosión que se ha
alejado de la esencia. A esta manifestación de fervor cofrade se la llama religiosidad
popular, en la el pueblo se lanza a la calle para vitorear a sus imágenes, en
la que las Hermandades intentan por todos los medios reunir al máximo número de espectadores en los
rincones claves, en los que la masa toma la calle para gritarle a su Virgen
adorada que es la más guapa del mundo. La Iglesia católica observa y calla,
porque es mejor esa religiosidad popular que nada.
El crecimiento es desorbitado en todos los sentidos. Ha aumentado
el número de nazarenos de cada Hermandad, de tal manera que se considera que es
excesivo el tiempo de paso de cada cofradía. Se ha querido poner numerus
clausus pero es una medida que la mayoría rechaza por impopular. Algunas
cofradías ordenan sus tramos con tres hermanos por fila para reducir el tiempo
de paso por la carrera oficial.
Hay más gente en las calles que nunca. Se espera la Semana
Santa para lanzase a ver pasos en los lugares más típicos, la masa espera los
cortejos y se han popularizado las sillitas para sentarse a la espera de los
pasos.
La nómina de Hermandades sube sin que sea posible admitir en
los días oficiales a nuevas corporaciones. Así se han creado las Vísperas, que
ya el Viernes de Dolores y el Sábado de Pasión pusieron en la calle a diez cofradías
con 17 pasos, además de dos Agrupaciones. Son Hermandades relativamente
jóvenes, que aspiran a poder estar en la nómina de las que acuden a la
Catedral, pero que de momento se limitan a una procesión por la cercanía de su
Iglesia de residencia. Estas Hermandades de vísperas suelen residir en barrios
muy alejados del centro, lo que casi imposibilita una estación de penitencia al
centro de la ciudad. Estas Hermandades, ejemplo de fervor y pasión cofrade, llegan desde barrios como Pino Montano,
Bellavista, Palmete, San Jerónimo o Torreblanca. No tienen nada que envidiarle
a las demás, tal vez incluso su labor cristiana en bolsas de caridad y ayuda a
los necesitados sea más encomiable, pero ahí están con el sueño de poder incorporarse
algún día al núcleo duro de la Semana Santa, como ya lograron otras que
realizan una estación de más de doce horas al salir desde El Polígono de San
Pablo, El Tiro de Línea o El Cerro del Águila en estaciones admirables por el
esfuerzo de sus hermanos.
Fanatismo
En esta eclosión de religiosidad popular conviven múltiples
facetas. Es evidente que la Semana Santa sevillana sigue sustentada en la fe
religiosa de un pueblo, manifestada muchas veces con fervor y recogimiento,
mientras que otras veces se dispara de forma exagerada, hasta el punto de que
los mismos que el resto del año viven de espaldas a los cultos, en los días de
la Semana Santa se convierten en ‘hinchas apasionados’ de sus Hermandades. Así
se viven expresiones de difícil explicación y cercanas al fanatismo que
acercan, por desgracia, a los seguidores de algunas cofradías a los hinchas más
acérrimos de los equipos de fútbol. Todo ello convive con una legión de jóvenes
que utilizan estos días para estar en la calle. Toda la efervescencia cofrade
tiene su mayor expresión en la Madrugada, una noche en la que muchos sevillanos
ya no se atreven a salir a la calle porque se han producido situaciones de
terror colectivo, que no han sido nunca convenientemente explicadas, pero que
han desvirtuado la noche, e incluso se habla del ‘problema’ de la Madrugada.
Con estos condimentos, la Semana Santa vive momentos de
crecimiento en todos los órdenes. Existe una industria cofrade que se mantiene
vigente durante todo el año, de forma que han surgido industrias, páginas web, blogueros
y todo tipo de personajes que mantienen el espíritu cofrade vivo durante los
365 días del año. Esta realidad llega a términos extremos en la figuras de lo
que se ha dado en llamar el ‘frikicofrade’, que es un paso más avanzado de lo
que siempre fue considerado en Sevilla como el capillita. En definitiva, la
Semana Santa se vive en la calle durante 10 días, pero se mantiene con aliento
pujante durante el resto del año.
Al predominio de lo insustancial sobre lo fundamental han
contribuido las mismas Hermandades, que han buscado su minuto de gloria en la
entrada en La Campana, cuando el motivo de su salida procesional es hacer
estación de penitencia en la Catedral. Muchas cofradías salen a lucirse en La
Campana, donde ante las cámaras de televisión echan el resto para ser las más
llamativas, buscar el aplauso popular, ya por la forma de llevar los pasos por
parte de los costaleros, ya por el acompañamiento musical exuberante. Naturalmente,
este potencial religioso, económico y social es una fuente de discordia entre los
distintos poderes, aunque el intento de influir en las cofradías es manifiesto
en el poder religioso y el político. La Iglesia trata de mantener en orden el
universo cofrade con determinadas actitudes y recomendaciones que muchas veces
no son bien recibidas en las Hermandades. El vivero religioso es muy intenso y
la autoridad religiosa no quiere perder el control de lo que en definitiva es
una expresión pública de la fe de un colectivo. Del poder político, tres
cuartos de lo mismo. Siempre ha tratado de ordenar lo que fluye con naturalidad
de manera espontánea. A la Semana Santa de Sevilla no se le pueden poner cerrojos,
pero de un tiempo a esta parte todo son ordenanzas y prohibiciones que al final
le restan su verdadera esencia popular. Todo se ha justificado en aras de la
seguridad, aunque muchos sevillanos no comulgan con estas premisas.
La vida interior de las Hermandades es desconocida por la
mayoría, que solo se acuerdan de ellas en estas fechas. La realidad es que la
labor social de las Hermandades sevillanas es intensa. Se podrían poner
ejemplos variados, pero baste con señalar la labor de la Hermandad del Buen Fin
con su Centro de Estimulación Precoz.
Domingo de Ramos
De esta forma, aparece en el calendario el Domingo de Ramos,
posiblemente el día más sevillano del año, en competencia con el día del Corpus
y con el 15 de agosto, que ha perdido fuelle con el éxodo a las playas. Domingo
de Ramos es sinónimo de alegría, expectación y júbilo. Era el día para estrenar
indumentaria, para cantar la visión alegre del primer capirote de año, para
meterse en las bullas, una situación clásica de estos días y que en otro lugar
podría provocar el pánico pero que el sevillano controla con sabiduría.
Es el día de Jesús Despojado, que sale de la céntrica capilla
del Mayor Dolor, una cofradía renovada tras un pasado lleno de incertidumbres.
Tal vez la cofradía más luminosa de la jornada sea la de La Paz, que viene del
barrio del Porvenir y atraviesa en el recorrido hacia la carrera Oficial al Parque
de María Luisa, un lugar en el que se funden en forma de crisol bellezas como
la misma Virgen de La Paz, el resplandor de su orfebrería y la blancura
inmaculada de sus enseres. La Paz figura entre las primeras imágenes que los
cofrades sevillanos guardan en lo más íntimo de sus recuerdos.
Salen en el Domingo de Ramos dos imágenes marianas de gran
valor y de intenso fervor: La Estrella, que es la primera de Triana, y la
Amargura, que sale de San Juan de la Palma, donde el centro limita con la calle
Feria. Triana en Semana Santa es más Triana que nunca. La Virgen de la Estrella
es una dolorosa perfecta que habla con sus manos. A esta Hermandad le acompaña
siempre la historia de su salida procesional en 1932, la única que lo hizo en
aquel año de la República, motivo por el que se le llama en algunos ámbitos como
La Valiente. El paso del tiempo ha dado paso a la realidad de una cofradía en
auge, espléndida en la imagen de Nuestro Padre Jesús de Las Penas y en la
excelencia de la Estrella. La cofradía de la Amargura, reconocida como El
Silencio Blanco, es otra imagen del siglo XVII surgida, como la Estrella, del
taller de Roldán. Es una cofradía selecta, para exquisitos, con un palio
rematado y la Virgen de la Amargura, la primera que fue coronada en Sevilla
La noche acaba con el Cristo del Amor, una representación de
Juan de Mesa en sus primeros años, que es toda una declaración de la fuerza de
la imagen aplicada a los sentimientos religiosos. Cuando el Domingo de Ramos
finaliza con la entrada de las que regresan a
sus templos a altas horas de la madrugada, la Semana Santa de Sevilla no
ha hecho más que comenzar, aunque para el sevillano cofrade todo parezca que ya
se está acabando. Todo el año esperando solo para una semana.
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