De nuevo hay que escribir la crónica de un lamento. El
Martes Santo nos dejó otra vez la impresión de que a nuestra Semana Mayor le
hace falta una inyección de sentido común. No se puede jugar a la lotería con
los pasos y salir a la calle porque el porcentaje de posibilidad de lluvia sea solo
del 60%. La jornada fue un verdadero caos y solo una Hermandad puso sobre el
tapete ese sentido común al que apelamos. Los Estudiantes decidieron muy pronto
que no harían estación de penitencia. No faltó quien se mofara de ellos y lo
escuché personalmente. A final, la dura realidad de la tarde les dio la razón y
se la quitó a la Hermandad del Cerro, a los Javieres, a San Benito y a San
Esteban. La salida de estas Hermandades, y admito que resulta fácil decirlo a
toro pasado, fue una insensatez. Ahora que cada palo aguante su vela.
El Cerro salió, se metió el paso de Cristo en la Catedral,
el palio de Nuestra Señora de los Dolores se refugió en la Universidad, desde allí
se reunió con el misterio, salieron camino de su templo y el agua les obligó a
volver a la Catedral. Entiendo que esta Hermandad está muy castigada por las
lluvias de años pasados y que es muy grande la ilusión por completar la
estación. No entiendo lo que sucedió ayer.
Menos se puede comprender a San Esteban. Salieron cuando
había riesgo de lluvia. Y llovió. Vaya si cayó agua cuando el paso de Nuestro
Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje ya había superado a la Iglesia de la
Anunciación. Allí se recogió, ciertamente con orden y sin bullas. El paso de la
Virgen de los Desamparados se unió pocos minutos después en un trabajo
excepcional de la cuadrilla de costaleros.
El despropósito, junto a muy mala suerte, se vivió en La
Calzada. Solo la Virgen de la Encarnación se libró del aguacero. Por el
contrario, el paso de la Presentación al Pueblo y el Cristo de la Sangre
quedaron medio anegados en el retorno precipitado a la Parroquia de San Benito.
El capote verde colocado al Señor conformó una imagen triste. Pilatos, que se
fastidie, no mereció ni un plástico protector.
Los Javieres también salieron a la calle Feria después de un
lío monumental de ‘que no se sale’ y al rato ‘sí que salimos’. Un sistema de
comunicación absurdo propio de Radio Macuto que se apoderó de Sevilla cuando
alguien dijo que no habría salida, la calle Feria quedó despoblada, para al
poco tiempo rectificar y poner la cofradía en la calle para que se empapara de
agua.
Dicho queda que desde primera hora la Hermandad de los
Estudiantes anunció que no harían su estación de penitencia. Incluso no llegaron
a realizar con inmediatez el traslado de los pasos desde el Rectorado a su
capilla. Simplemente, sentido común, aunque alguno llegara a ponerlos en
ridículo.
La noche se recompuso y La Candelaria salió pasadas las ocho
de la tarde y el Dulce nombre ya pasadas las nueve. Santa Cruz se quedó en su
templo. Más sentido común en la tarde. San Esteban se marchó a su casa y en la
Catedral estaba el Cerro. Como dijo uno del barrio, ‘otro día iremos por ellos’.
Es cierto que el Consejo de Hermandades y Cofradías no tiene
ningún poder ejecutivo, pero aquí se necesita que gente con la cabeza serena y
con la imparcialidad de no pertenecer a las cofradías en cuestión, sea la que
organice la posibilidad de salir con seguridad a la calle. La tarde de este
Martes Santo ha sido de nuevo un ejemplo que no debe repetirse muchas veces.
Una vez más tuve que presenciar la entrada, a prisa y corriendo, de una
cofradía anegada en un templo amigo. Es la imagen más desagradable que puede
presenciarse. Y no es difícil evitarla. Basta con emplear el sentido común, que
parece que no abunda en algunas Juntas de Gobierno de nuestra Hermandades. A
partir de hoy, si se cumple lo previsto, podremos hablar de pasos en la calle
en su esplendor. Hasta ahora, la Semana Santa de 2016 es casi una crónica de
sucesos.
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